La noche del 27 de octubre, cerca de las 9:50 p. m., Brujito conducía de regreso por la avenida Néstor Gambetta, tras cubrir su jornada en la ruta 2 de Mayo–Ventanilla. Ocho disparos quebraron la rutina del tráfico y lo convirtieron en una nueva víctima de la extorsión, en pleno estado de emergencia.
Testigos de un grifo cercano —que piden reserva por temor— relataron que los disparos fueron directos. “No fue aviso, fue ejecución”, dice una grifera.
El cuerpo de Esqueche cayó dentro de la unidad que alquilaba a la empresa Liventur, con la que trabajaba desde hacía cinco años. Por cada vuelta pagaba entre 40 y 45 soles.
Durante las mañanas, era frenero —mecánico de frenos—, oficio que aprendió hace más de una década. Por las tardes, manejaba para mantener a su familia. En Ventanilla, donde todos se conocen por el apodo, “Brujito” era el que siempre sonreía, el que hacía bromas y el que nunca subió el pasaje pese a las extorsiones.
La investigación de este medio confirmó que, en las semanas previas al crimen, los transportistas de la zona recibieron al menos dos notas extorsivas.
La primera, escrita a mano y firmada por “Los Chukis”, exigía que “todas las combis de Ventanilla y Pachacútec se comuniquen” a un número de celular. En el sobre, una bala adherida como advertencia. Además, mensajes por WhatsApp apuntaban a lo mismo.
La segunda, suscrita por “Tito de Cercado”, amenazaba con “matar a un chofer” si determinadas empresas —entre ellas Liventur— no “se ponían en línea”. Ambas notas, hoy parte del expediente fiscal, revelan una disputa violenta por el control del eje Callao–Ventanilla.
La autoría del crimen más probable sería de Los Chukis, según la PNP. Foto: composición LR.
Aunque las investigaciones no han concluido, fuentes consultadas por La República afirman que la autoría más probable sería de Los Chukis, por mensajes recibidos la misma noche del ataque y símbolos dejados cerca del vehículo.
“Todos trabajamos con temor, pero es nuestro único ingreso”, contó un compañero suyo.
La muerte de Brujito encendió la furia de sus colegas. A primeras horas del lunes 28, choferes y vecinos bloquearon la avenida Gambetta. Hicieron carteles improvisados y la protesta se marcó por el llanto.
Durante la mañana, la Policía Nacional del Perú intentó recuperar la vía. Hubo enfrentamientos y uso de gas lacrimógeno. La República registró a un efectivo disparando cartuchos a baja altura, contrario a los protocolos. A las 11 a. m., la vía fue despejada, pero no la indignación.
Se reportaron enfrentamientos durante la protesta. Foto: Marco Cotrina / La República.
“Cuando denunciamos extorsiones no aparecen; pero cuando protestamos vienen hasta cincuenta”, gritó un conductor. A su lado, una vendedora ambulante rompió en llanto: “A mi hermana también la están extorsionando. ¿Hasta cuándo?”.
Entre los manifestantes estaba Julio Campos, dirigente de la Alianza Nacional de Transportistas.
“Es una pena perder un compañero más. ¿Qué va a ser de sus hijos, de sus hijas, que ya no van a ver a su padre? Salía temprano, cuatro de la mañana, y ya no regresará. Esa es la pena. Y esto pasa por culpa de los crímenes, por leyes que no sirven, por un Congreso que se tapa los ojos. Si no tienen capacidad para combatir a la delincuencia, que den un paso al costado. No queremos más asesinatos. No queremos más mentiras”, dijo entre aplausos y lágrimas.
Luego agregó, casi sin respirar: “Nos reprimen cuando protestamos. Cuando denunciamos no hay ni un policía, pero cuando salimos a la pista vienen cincuenta. Ellos también son padres, tienen hijos, ¿por qué nos enfrentan pueblo contra pueblo? Eso es lo que quieren los de arriba, que sigan robando y matando mientras nosotros nos peleamos en la calle. Que venga Jerí, que venga a vernos la cara. No necesitamos shows con helicópteros, necesitamos justicia”.
Campos terminó su discurso abrazado por choferes que evitaban hablar con la prensa. “Si hablamos, nos matan”, susurró uno de ellos antes de alejarse.
Horas después, el colectivo Transporte Urbano (TU) publicó un comunicado dirigido al presidente José Jerí y al Congreso. Expresaron condolencias por la muerte de José Jhonny Esqueche Ñingles (Liventur) y de Leoncio Sandoval Casto (empresa Mariscal Ramón Castilla, línea 105), asesinado apenas tres días antes, el 24 de octubre.
Colectivo Transporte Urbano (TU) publicó un comunicado dirigido al presidente Jerí. Foto: difusión.
Denunciaron además el incumplimiento de los compromisos asumidos el 9 de octubre y anunciaron una paralización total de actividades para el martes 4 de noviembre en Lima y Callao, exigiendo seguridad, fiscalización y condiciones mínimas para trabajar.
En Gambetta, los manifestantes exigieron que el presidente acudiera al lugar. “Ese tipo hace puro show. El otro día vino con helicópteros. Ahí sí hay miles de policías, pero un día cualquiera no hay ni uno”, reclamó otro conductor.
En los paraderos y grifos de Ventanilla, nadie quiere hablar con nombre propio. “Los que hablan, no duran”, dice uno. Los testigos describen llamadas anónimas, motos sin placa y cobros que fluctúan entre 15 y 50 soles por “protección”.
El miedo se ha vuelto parte de la jornada. Algunos conductores trabajan turnos más cortos, otros han dejado de conducir al caer la noche. Las pocas denuncias formales quedan archivadas o sin respuesta.
Choferes y vecinos bloquearon la avenida Gambetta para exigir justicia. Foto: Marco Cotrina / La República.
Una vida truncada. Brujito había estudiado en el colegio Pedro Abel Labarthe Durand, el “Politécnico Labarthe” de Chiclayo. Sus compañeros de la promoción 1998 lo recordaron con un video lleno de risas, el mismo que ahora circula en los grupos de WhatsApp de transportistas de Ventanilla.
En ese video, José baila con alegría y música de fondo.
La avenida volvió a llenarse de ruido, pero ya nada era igual.
En el Callao, los casquillos quedan como testigos mudos de una guerra que el Estado dice combatir, pero que los choferes siguen enfrentando solos.

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