Durante dos décadas funcionó en el relave de Mesapata una trituradora, en la que los mineros artesanales enviaban las rocas de cobre, plata, zinc y plomo. Los desechos, al quedarse en el lugar, afectaban las fuentes de agua y la salud de los pobladores dedicados a la agricultura. Parecía que no había remedio y que la contaminación continuaría indefinidamente.
Sin embargo, un grupo de 15 estudiantes de la facultad de Ciencias del Ambiente de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, ubicada en Huaraz, Áncash, han conseguido aplicar una exitosa estrategia para remediar el daño de los Pasivos Ambientales Mineros (PAM), como el relave de Mesapata.
Para revertir el daño ecológico, los estudiantes inventaron el sistema que denominaron Biorremediación de Drenajes Ácidos de Mina (BIODAM), diseñado para superar los pasivos ambientales derivados de las actividades mineras.
Con arduo trabajo e investigación, estudiantes universitarios devolvieron la presencia de especies animales y vegetales.
Con el apoyo de la comunidad de Cátac, los universitarios aplicaron la estrategia del Biodam en el relave de Mesapata y alcanzaron un éxito extraordinario.
En primer lugar, construyeron muro con llantas en desuso en la zona norte del relave para cercarlo y así evitar que con la lluvia los minerales pesados sean arrastrados hacia el humedal de Yanayacu y alcance las aguas del río Santa.
UN SISTEMA EFECTIVO
Seguidamente, los estudiantes construyeron un canal hidráulico para orientar el agua de la lluvia que se precipita sobre el relave de Mesapata hacia dos cámaras de sedimentación que contienen bacterias oxidadoras de hierro y Oriestab (orina estabilizada). Esto permite sedimentar los metales pesados del agua.
“Construimos un muro flexible con tres niveles de llantas que retiene todo el material erosionado producto de la precipitación por la lluvia. La inclinación del terreno no favorable se revirtió para evacuar el agua por el canal hidráulico, que lo direcciona al sedimentador”, explicó la bachiller de la facultad de Ciencias de Ambiente, María Vargas Huamán.
Al llegar el agua de lluvia al sedimentador, se inicia un sistema de purificación, mediante un tratamiento biológico en el que se incorpora orina que ha sido estabilizada con enzimas de semillas molidas de soya o sandía.
Este proceso se aplica dos veces, hasta conseguir liberar el agua de hasta el 80 % de los metales pesados que contiene.
ÉXITO COMPROBADO
“A simple vista, el agua no tiene sólidos, pero sí contiene metales pesados. Incorporamos al drenaje la enzima que hace que los metales disueltos se precipiten en forma sólida. El catalizador que se usa es biológico y no presenta un riesgo a la salud. Esto ayuda en el proceso de purificación, donde los metales reaccionan y se empiezan a separar del agua”, dijo el universitario Rodolfo Flores García, quien es parte del proyecto.
Izq.: Biólogo Julio Palomino, líder el proyecto Biodam. Der.: Universitario Rodolfo Flores. Ya sea en sus laboratorios y con pruebas en campo, los integrantes del proyecto lograron descontaminar el agua de metales pesados provenientes de los pasivos ambientales
El proceso posterior al sedimentador consiste en que el agua pase a un humedal para que termine su tratamiento. El humedal está compuesto por plantas altoandinas, preferentemente de totora, cuyas raíces inmovilizan los metales pesados restantes, al filtrarlos y recuperar la calidad del agua hasta en un 99%. Es decir, lo suficientemente útil para el uso agrícola y el ganado.
“Los totorales son como esponjas que retienen el agua de la lluvia, y como tienen raíces bastante saturadas, toleran concentraciones altas de metales pesados y actúan como un filtro, por lo que recuperan la calidad del agua. Áncash tiene humedales altoandinas, pero se están secando. Debemos recuperar estos humedales para tener agua de mejor calidad”, expresa el biólogo Julio Palomino Cadenas, profesor de la facultad de Ciencias del Ambiente de la UNSAM, quien lidera el proyecto Biodam.
RECUPERANDO LA VIDA
“En Áncash, ya se consume agua con metales pesados, y los principales son el cianuro, arsénico y plomo. Las razones son dos principalmente: por los contaminantes que salen de los pasivos ambientales abandonados y por las cordilleras, que antes estaban cubiertas de hielo, y ahora, al descongelarse, liberan los metales atrapados que terminan en el río”, profundizó Palomino.
La erosión hidráulica que, durante dos décadas, sufrió el relave de Mesapata fue cubriendo con sedimento y quemando el pasto del humedal de Yanayacu hasta dejarlo sin vida.
De acuerdo con los estándares del Ministerio del Ambiente, para que un suelo sea de uso agrícola, la cantidad de arsénico en un kilo debe ser de 50 miligramos (mg). En el caso del plomo, debe llegar a los 70 mg/k y el cadmio no debe sobrepasar de 1.4 mg /k de suelo. Sin embargo, estudios realizados por la UNSAM han demostrado que el suelo del Yanayacu cuenta con una elevada presencia de metales: el arsénico supera 104 veces el estándar permitido (5.2 gr/kl), el plomo en 85 veces (6 gr/kg) y el cadmio en 59 veces (78.4 mg/kl).
SALVAR LA TIERRA
“Estas cifras nos permiten decir que el impacto es altamente contaminante. El drenaje ácido genera la presencia de metales pesados en alta concentración, que son absorbidos por las plantas y los animales que se alimentan de ellos, y estos ingresan también al cuerpo de las personas que los consumen. El plomo, como el resto de minerales encontrados, tiene un peligro potencial para las plantas y el ser humano”, explicó el estudiante Jhonatan Pérez Ramírez.
"El drenaje ácido del Mesapata genera metales pesados en alta concentración, que son absorbidos por las plantas y los animales que se alimentan de ellos, y estos ingresan también al cuerpo de las personas que los consumen", explicó el estudiante Jhonatan Pérez Ramírez.
“Hemos demostrado que con este tratamiento se reduce bastante la contaminación. Lo que proponemos es de 10 a 20 veces más económico que un tratamiento convencional. Y lo más importante es que tenemos una propuesta integral para recuperar el entorno. En estos dos años hemos logrado recuperar un 70% del terreno”, apuntó el ingeniero Francisco León, profesor de la UNASAM.
“Macroinvertebrados como los ciempiés, lombrices y arañas han empezado a aparecer y vegetales como el Chicuyo y la cebada están creciendo. ¡Ya hay vida!”, anotó con entusiasmo.
DATOS:
—En Áncash existen 1.051 pasivos ambientales mineros, el más extenso es el de Ticapampa, con cerca de kilómetro y medio de extensión. Sus residuos provienen de operaciones mineras que han sido abandonadas a la intemperie en los años 80. Este se encuentra ubicado entre el margen del río Santa y la carretera nacional Catac-Recuay. En época de lluvia, el relave minero es arrastrado al río Santa, cuya agua es utilizada en cultivos, lo que a su vez alimenta al ganado y a las personas.
La región Áncash cuenta con 1.051 pasivos ambientales mineros, el más extenso es el de Ticapampa, con kilómetro y medio de extensión y ubicado en la ribera del río Santa, donde caen sus residuos tóxicos.
—De acuerdo con la evaluación realizada por la Dirección Regional de Salud (DIRESA), la calidad de los recursos hídricos de Áncash fluctúan entre malo y pésimo, debido a la presencia de parámetros críticos: arsénico, cadmio, hierro, manganeso, plomo y coliformes.
—Estudios realizados por la UNASAM han determinado que incluso la leche fresca del ganado local contiene minerales dañinos para la salud, debido a que los animales se alimentan con pasto regado con aguas de lluvia contaminada por los Pasivos Ambientales Mineros (PAM). Asimismo, el agua que consume la población también está contaminada, lo que agrava el cuadro de anemia en la región.