Luis Justino Manrique Pizarro dedicó 20 de sus 56 años de vida a su trabajo como miembro de la compañía de serenazgo de la Municipalidad de Surco. Era padre de tres hijas, abuelo, buen amigo y ‘hermano mayor’ de nuevas generaciones de agentes de seguridad en el puesto 3, quienes encontraron una inspiración en su vocación por ayudar a los demás.
El viernes 14 de abril, Luis o ‘Chavito’, como le decían de cariño sus amigos, abordó un patrullero como copiloto junto con uno de sus colegas. Como lo habían repetido cientos de veces, iban tras los pasos de un delincuente que recorría las calles del distrito con actitud sospechosa.
Al encontrar al malhechor, Luis descendió rápidamente de su vehículo y fue contra él para reducirlo; sin embargo, esta vez los resultados fueron distintos a las tantas otras intervenciones que había realizado con éxito. En medio del forcejeo, recibió dos balazos en el cuello y el responsable huyó con rumbo desconocido a bordo de su motocicleta.
La escena estremeció a testigos y, minutos después, a todo un país que cada día tiene una razón más para llegar al hartazgo por la ola de delincuencia.
Luis Manrique trabajaba en el puesto 3 del servicio de serenazgo, donde gracias a su carisma y a las constantes bromas que hacía con sus amistades fue bautizado como ‘Chavo del 3’. “Le decían 'Chavito' porque es muy parecido, es muy chistoso, es muy jovial en su comportamiento, era bien pilas”, explica uno de sus compañeros.
El agente Romero forma parte de la compañía de serenazgo desde hace 15 años, algunos menos que Luis, su mentor y ‘hermano mayor’. “Siempre lo vamos a recordar así, como una persona que no tenía miedo. era una persona sagaz, así se ha ido y así lo vamos a recordar, como una persona que siempre ha hecho lo que ha dicho”, manifestó.
Desde el primer instante, Romero hizo amistad con ‘Chavo’ y hasta compartían tiempo junto con sus seres queridos. “Nos conocimos mucho tiempo. Él conoce a mi familia y yo conozco a su familia. Su partida me duele mucho, para mí es como un hermano mayor, porque él tenía 56 años y yo tengo 37 años”, continuó.
Pese a las buenas migas sembradas entre ambos, las pichangas terminaron por cuajar un vínculo aún mayor, que ahora perdura en la memoria de Romero. “Lo que nos unió más fue la pelota. Hacíamos nuestra pichanguita. Ahí es donde nos unimos más. Salíamos del trabajo y nos íbamos de pichanguita, era todos los viernes, éramos los peloteros del sector 3”.
Romero guarda entre sus recuerdos decenas de anécdotas de las situaciones que convirtieron a Luis en un esforzado guardián de las calles.
“Un día de patrullaje en moto vimos a dos sujetos por Velasco Astete, cuadra 30. Se nos escapó, pero lo buscamos y lo pudimos intervenir, con apoyo del personal policial, se les pudo retener. Entre su ropa había un arma de fuego”, contó.
“También ha rescatado niños. En la Bolichera, en el instituto Británico, en las rejas se quedó atrapado un niño, y mi compañero, como es un sereno polivalente, utilizó la gata de un carro y pudo abrir la reja para que salga la cabeza del niño. Por eso, muchas de esas intervenciones resaltantes las ha tenido”, acotó el deudo.
Tras los disparos que recibió Luis, aún resistió 48 horas en la unidad de cuidados intensivos de la clínica Maison de Santé. El domingo 16 de abril dejó de existir, y con él la esperanza de su familia, sus amigos y otros miles de personas que esperaban que en esta ocasión la delincuencia no gane una vez más.
"Lo que te pasó no lo creo y no lo quiero creer, no lo voy a creer nunca. Yo sé que estás aquí en cada uno de nosotros y siempre lo estarás. Eres un héroe, un grande, mi viejo, lo diste todo. En cada patrullaje, siempre aguerrido”, fue el último adiós de una de las hijas de Luis. “Tú no has muerto, tú estás vivo y lo vas a estar", expresó.