Juan Huillca Betancourt tiene 53 años. Es uno de los yasahachiq, cuya misión es enseñar y transmitir los saberes ancestrales de la agricultura en el distrito de Lares de la provincia cusqueña de Calca.
El proyecto data de 2019, lo implementó la FAO (Agencia de las Naciones Unidades para la Alimentación y la Agricultura). Lo ejecuta el Fondo de Promoción de las Áreas Naturales Protegidas del Perú (Profonanpe).
Estas iniciativas se trabajan en Puno, Huancavelica y Cusco. Buscan conservar los saberes ancestrales, producción sostenible y conservación de cultivos en riesgo de desaparecer.
La República viajó hasta el centro poblado de Choquecancha, a cuatro horas de Cusco. Ahí Juan Huillca, heredero de estos saberes, nos lleva hasta una de sus parcelas y nos explica cómo cultiva sus productos con el saber ancestral.
Siembran y cosechan en función a las fases de la luna. Controlan las plagas y mejoran el follaje de las plantas con técnicas tradicionales. No utiliza fertilizantes ni otros insumos químicos. “Para el follaje de las plantas se hace un preparado a base de cáscara de huevo, alfalfa, coca, chicha, leche y otras plantas. Se deja fermentar hasta 5 a 6 meses y luego se utiliza”, señala.
Abonan la tierra antes de sembrar con guano de las ovejas, vacunos, cuy, gallina y otros animales. “Nunca he utilizado fertilizantes”, manifiesta orgulloso. También señala que es importante la rotación de tierras.
La amenaza de las plagas es permanente. Ellos utilizan algunas plantas amargas para enfrentarlas. Hasta el momento han controlado, aunque temen que cada vez se haga más fuerte las enfermedades a las plantas.
El conocido yachachi tiene más de 100 variedades de maíz.
Huillca capacita a grupos de personas para que cuiden la tierra y medio ambiente, aunque el cambio climático es otro peligro. Las lluvias se retrasan o son escasas, eso desgasta a las fuentes de agua .
Otra preocupación es el mercado para vender sus productos y las pésimas condiciones de las vías de comunicación que hace difícil trasladar sus productos.
El tanto, el facilitador del Proyecto de la Agrobiodiversidad de la región del Cusco de Profonanpe, Federico Huamán dirige el trabajo desde el 2019. Refiere que la labor se desarrolla entre pisos ecológicos ubicados a 2000 hasta 4500 metros sobre el nivel del mar y con distintos cultivos.
Señala que en Lares y sus distintas comunidades se involucra a más de 250 familias conservacionistas en cultivos de papa, maíz, olluco y diversas hortalizas.
Refiere que en el corto tiempo han recuperado 20 tipos de papa, siete de maíz, olluco, oca y mashua (añu o isaño), algunos de ellos incluso ya estaban por desaparecer.
Ahora estos productos están en bancos semilleros familiares, grupales y comunales para que no se pierdan.
Sobre el mercado, reconoce que es uno de los problemas, pero a través de la feria Kusikuy han logrado llevar sus productos a Lima y Cusco.
Sin embargo, el proyecto culmina en unos años. Espera el apoyo de instituciones gubernamentales para que sea sostenible en el tiempo.
En relación a los saberes ancestrales, dice que los ancianos tienen mucho que enseñar y hoy dichos aprendizajes están descritas en cartillas para que perdure en el tiempo, pero también señala que hay redes de jóvenes interesados en seguir estas costumbres. Además imparte dichos conocimientos en las instituciones educativas del sector.
La representante de FAO en el Perú, Mariana Escobar, estuvo la semana pasada en la feria Kusicuy (Cusco).
Refiere que el Perú es una despensa que fácilmente puede sostener al país con estos saberes ancestrales. Se trata de un patrimonio cultural histórico muy importante. “Este país no sabe lo que tiene”, advierte.
Escobar, mostró su admiración por haber mantenido estos conocimientos a pesar del olvido del campo. “Ellos son los héroes y heroínas de la alimentación, mantienen viva la forma de producir los alimentos y además que son muy amigables con el medio ambiente”, señala.
Aunque advierte que es dramático cómo el campo envejece, preocupa que los conocimientos ancestrales puedan terminar en los adultos o ancianos, pues los jóvenes migran en busca de un sustento económico sustentable. Los precios son muy bajos para la producción agrícola. “Es posible que se pierda la posibilidad de la transferencia generacional”, dice.