Un varón de 80 años de edad fue encontrado muerto el miércoles en una covacha en los alrededores del botadero municipal. El 17 de septiembre, los serenos de la Municipalidad Provincial de Tacna le dieron agua y alimentos, y advirtieron al sector Salud de la condición del anciano. Ninguna institución actuó, la burocracia y el abandono cobraron su vida.
El botadero municipal se ubica en la cima del cerro Intiorko, a varios kilómetros de la ciudad de Tacna y las zonas urbanas más cercanas son chancherías o invasiones. El indigente, que no ha sido identificado, vivía solo en una pequeña choza hecha de cartones, frazadas, botellas y dormía en un viejo colchón.
El caso se difundió a través de las redes sociales y los internautas convocaban a las autoridades sanitarias de Tacna, a la Beneficencia Pública o el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables para actuar. Desde la Dirección Regional de Salud, el médico Juan Cánepa, sostuvo que su sector no podía internar a ningún paciente contra su voluntad.
Cánepa afirmó que la ley requiere la autorización de la familia o del mismo paciente para su atención médica o internamiento. Reconoció que eso dejaba en situación de vulnerabilidad a pacientes con enfermedades mentales que deambulaban por las calles, abandonados por sus familias. La situación se hizo más crítica durante la pandemia de la COVID-19.
Cuando lo ayudaron, los serenos trataron de convencer al anciano de llevarlo desde el botadero a la ciudad, pero él se negó. Su mal estado de salud era evidente, en aquella ocasión se había deshidratado por falta de agua, su peso no superaba los 50 kilos.
El Gobierno central ordenó a los municipios abrir albergues para personas indigentes, pero en Tacna ninguna de las comunas acató esa disposición. Aunque el gobierno regional logró abrir refugios temporales en estadios para extranjeros sin techo, la iniciativa fue rechazada de plano por los vecinos que temían más al virus que la muerte de una persona en las calles.