Hoy 31 de mayo, en el Día Nacional de la Prevención de los Desastres en el Perú, es importante recordar la importancia de la infraestructura natural en la gestión de este tipo de eventos que han producido grandes pérdidas de vidas y recursos al país.
En los últimos 40 años, el Perú ha soportado tres fenómenos naturales de extrema intensidad y cuya recuperación, pasada la emergencia, estuvo enfocada en reconstruir la infraestructura física dañada.
Luego del Fenómeno del Niño Costero en el 2017, se creó la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (RCC), la cual por primera vez apostó por proyectos de inversión con infraestructura natural (IN), a la vez que trabajaba proyectos en siete regiones (Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ancash, Lima e Ica) para reconstruir o reparar los construcciones afectadas.
A la fecha se tienen 17 planes integrales y en cada uno de ellos se incluye al menos uno o dos de IN. Se prevé que en cinco meses el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri) termine con las etapas de formulación, revisión y aprobación de dichos planes, pues las siete regiones mencionadas esperan el inicio de los proyectos, los cuales podrán contribuir en la reactivación económica pasada la pandemia por el nuevo coronavirus.
“La incorporación de la IN como generador de resiliencia para las comunidades y centros urbanos ha sido un aspecto muy poco considerado, casi inexistente en la planificación de cuencas. Ahora, con la nueva visión de RCC se podrán incluir proyectos en reforestación con especies nativas, revegetación, conservación de suelos, cochas, entre otros, en 19 cuencas priorizadas, que abarcan una superficie de 63 mil km2 (5% del territorio nacional) y comprenden una población de 8 millones de personas”, señala Fernando Momiy Hada, Director del Proyecto Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica liderado por Forest Trends con el apoyo de USAID y el Gobierno de Canadá.
Con la infraestructura natural se busca intervenir ecosistemas que se encuentran en zonas rurales, habitadas por personas en una situación de extrema pobreza que para subsistir han generado la degradación de la naturaleza.
Asimismo, ayudar a reducir la erosión laminar, disminuyendo así la cantidad de sedimentos que pueden colmatar represas y reducir su capacidad de almacenar agua. Todo esto contribuye con el diseño de las defensas ribereñas y las estructuras de laminación, logrando un efecto directo e integral del control de avenidas.
En este punto, es importante señalar que 2.5 millones de peruanos habita en las cuencas y el 65% de la infraestructura vial y eléctrica se encuentran expuesta a peligros de inundaciones y movimientos de masa.
“Los proyectos de IN, a la vez que contribuyen a recuperar los ecosistemas, podrían dinamizar la economía de dichas personas con puestos de trabajo, capacitaciones y con el uso sostenible de los recursos”, añade Fernando Momiy, quien además indica que la inclusión de la infraestructura natural en los mencionados planes integrales “marca un hito importante en el futuro de la gestión de riesgos de desastres en el país, dejando atrás la visión de que sólo la infraestructura gris o física va a ser efectiva para mitigar riesgos de desastres”.