Se sabe que debemos permanecer aislados, que debemos lavarnos frecuentemente las manos y mantener un metro de distancia como mínimo para prevenir contagios. Pero ¿sabemos cómo es estar con el COVID-19 dentro del cuerpo? ¿Qué es lo que se siente? ¿Cómo se afronta esta situación?
Las respuestas a estas interrogantes las revela un paciente positivo que conversó en exclusiva con La República, con el único propósito de contribuir a la toma de conciencia y lograr que todos respetemos la consigna del #YoMeQuedoEnCasa.
‘Abel’, nombre que recibe nuestro entrevistado por respeto a su derecho a la intimidad, intercambia unos breves mensajes por WhatsApp con algunos amigos suyos, y está listo para dialogar.
“Estoy bastante mejor, aún con rezagos de la enfermedad pero al menos ya puedo hablar y eso es bastante”, dice. Inmediatamente, para explicarnos cómo resultó infectado por el virus, se remonta al 24 de febrero, el día de su viaje a Madrid.
“Viajé a España por motivos de trabajo para participar de una feria empresarial. Estuve dos semanas en ese país e hice un recorrido por Madrid, Bilbao, Barcelona y Valencia. Y en este contexto de ferias, al término de cada día, acudía a cenas y socializaba con clientes. Imagínate, estuve en contacto con más de 300 personas en ese periodo, en un país donde el contagio era ya un hecho”.
Cuenta que, cuando se encontraba en Bilbao, empezó a sentir malestares como dolor de cabeza y dolor de articulaciones. “Lo asocié al cambio de clima porque allá estaban en otra estación, además, pasaba de la fría calle a la calefacción de lugares cerrados, entonces pensé que se trataba de una simple gripe. Luego, las molestias fueron intensificándose cada vez más, pero ninguna de las personas a mi alrededor demostraban tener algún síntoma similar, entonces pensé que el problema era solo mío. Comencé a tomar mis precauciones para no contagiar de ‘mi gripe’ al resto del equipo con el que me reunía y me automediqué”, afirma.
De camino a Barcelona, la fiebre y los escalofríos empezaron a apoderarse del organismo de ‘Abel’ y también apareció la tos seca, pero él seguía asociándolo a una gripe fuerte.
“Porque no soy una persona que se enferme con frecuencia, pero sí es cierto que cuando me han dado gripes, han sido intensas, por eso pensé que en esta ocasión se trataba de lo mismo”, refiere.
Intentó cambiar la fecha de su vuelo pero no fue posible y, pese a los malestares, ‘Abel’ continuó con su itinerario de trabajo programado. Dice que por momentos se sentía bien pero pasadas unas horas los malestares volvían a él con mayor intensidad. La automedicación, lejos de favorecerlo, estaba complicando su cuadro y él lo desconocía por completo.
Aterrizó en suelo peruano el 8 de marzo. Retiró sus maletas, pasó control en Aduanas y se dirigió a su vivienda. Dejó todo en casa y fue a una clínica. La fiebre era demasiado alta.
“Mientras me hacían el triaje me preguntaron dónde estuve y fui sincero. El personal de salud rápidamente me aisló y me explicaron que tenía todos los síntomas del virus. Me tomaron muestras de sangre mientras iba sintiéndome cada vez peor. Ya aislado me tomaron pruebas y, 36 horas después, yo era positivo a COVID-19. Me parecía increíble”, señala.
El cuadro clínico de ‘Abel’ se complicó tanto que llegó a desarrollar neumonía. Fue llevado a la unidad de cuidados intensivos de una clínica y estuvo con respiración mecánica.
“Sentía dolor en el cuerpo hasta cuando movía los ojos. No podía moverme porque me dolía todo, además, tenía crisis de tos tan fuertes que me dejaban sin aire , me producían ahogos y dolores fuertes en la espalda. Es una mezcla de dolor, desesperación y frustración. Y confieso que hasta en dos ocasiones tuve miedo de perder la vida”, revela ‘Abel’.
Fueron seis días críticos que su cuerpo pudo superar poco a poco. Recibía alimentación balanceada pero no tenía apetito. Poco a poco fue tomándole gusto nuevamente a los alimentos.
Cuando estuvo estable y ya no necesitaba más la respiración mecánica, ‘Abel’ fue dado de alta para que continúe en su hogar el tratamiento contra la neumonía. Llegó a su departamento con varios kilos menos y con muchas pastillas por tomar.
“Mi periodo (de recuperación) va a ser mucho más largo de lo normal. Cuando pasen los quince días de aislamiento obligatorio, yo tendré que estar ocho días más aislado por precaución”, asegura. Y antes de cortar la llamada reflexiona: “yo creo que la gente aún no es del todo consciente de que esto es muy grave. Se lo tienen que tomar en serio y colaborar”.