Durante la Guerra del Cenepa los nativos awajún jugaron un papel clave en la defensa del territorio peruano. Gracias a su ancestral conocimiento de la selva, ellos fueron los guías que lideraron a las tropas peruanas por los caminos escondidos del bosque. También aportaron en la logística para la alimentación y atención médica de los soldados.
El Estado peruano les pagó con olvido y discriminación.
Ahora los awajún asumen otra defensa territorial contra mineros ilegales (muchos de ellos procedentes de Ecuador), narcotraficantes, taladores y funcionarios del Gobierno regional coludidos con las mafias.
La semana pasada estuvieron en Lima y conminaron a la Presidencia del Consejo de Ministros para que tomen cartas en el asunto, conformen una mesa de diálogo y así “evitar otro baguazo”.
La amenaza tiene fundamento. El dirigente Américo Entsakua fue secuestrado, torturado y asesinado. Los dirigentes awajún culpan a funcionarios del Gobierno regional.
El pecado de Entsakua fue denunciar la penetración de mineros ilegales con apoyo de una conocida empresa minera propietaria de los denuncios. También denunció que los niños awajún ya no quieren estudiar porque prefieren acopiar coca para los narcos. Y reveló que diariamente salen 20 mil pies cúbicos de madera ilegalmente talada.
Los awajún están ahora en pie de guerra. Falta saber si la burocracia limeña tomará cartas en el asunto o, para variar, van a esperar que estalle otro conflicto social. Los awajún ahora defienden nuestro patrimonio natural amenazado por las mafias.