Un 1 de febrero de 1985, el papa Juan Pablo II llegó por primera vez al Perú. El avión que lo trasladaba aterrizó en el grupo aéreo N.° 8 del Callao. El sumo pontífice descendió de la nave, se arrodilló y, con la humildad que lo caracterizaba, besó las tierras peruanas que lo acogían. Su visita se dio en medio de una crisis tan intensa como el verano de aquel año.
El entonces presidente Fernando Belaúnde Terry y el arzobispo de Lima, Juan Landázurri Ricketts, se encargaron darle la bienvenida. “Acabo de pisar tierra peruana, y al pisarla he querido manifestar mi estima profunda hacia todos sus habitantes, que desde este momento me acogen con corazón abierto”, fueron las primeras palabras de Juan Pablo II.
La fecha de su llegada coincidió con el cambio de moneda decretado por el Gobierno, que establecía reemplazar el Sol de oro por el Inti. Este fue uno de los últimos intentos de Belaúnde Terry por tratar de frenar la inflación que golpeaba la economía. Además, el conflicto armado interno había llegado a uno de sus puntos máximos (según la CVR, en 1984 se registraron el mayor número de víctimas).
Esta situación no fue impedimento para que el sumo pontífice decidiera visitar nuestro país por cinco días, del 1 al 5 de febrero de 1985. Estas fechas quedarían marcadas en la memoria de muchos católicos y no católicos por la magnitud que significaba la presencia del conocido ‘papa viajero’.
En aquella ocasión, Juan Pablo II tuvo un largo recorrido por nuestro país. Su primera estancia fue Lima, donde ofició una homilía en la Catedral y veneró a santos como Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres. Más tarde fue recibido en el Palacio de Gobierno.
Juan Pablo II
Al día siguiente visitó Arequipa, lugar donde beatificó a la religiosa dominica Sor Ana de los Angeles Monteagudo. “Declaramos con nuestra autoridad apostólica, que la honorable sierva del Dios, Ana de los Angeles Monteagudo, puede ser de ahora en adelante, llamada beata”, manifestó.
A su regreso a Lima, ofició una misa para una gran multitud de feligreces en el hipódromo de Monterrico y visitó a el entonces pueblo joven Villa El Salvador.
“Desde mi llegada al Perú, y aún antes de mi venida, la visita a este pueblo joven, que ya con su nombre nos habla de la cercanía a Cristo, el salvador del mundo, ha ocupado siempre un lugar preferente en el programa de mi viaje, precisamente porque se trataba de los más necesitados”, dijo en la homilía que realizó en la explanada de los arenales del próximo distrito.
Entre el cronograma de sus viajes también estuvo visitar los departamentos de Cusco, Trujillo, Piura, Ayacucho y Loreto.
En Ayacucho, lugar en el que el Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso (PCP-SL) inició el conflicto armado interno, Juan Pablo II dijo: “La lógica despiadada de la violencia no conduce a nada. Si vuestro objetivo es un Perú más justo y fraterno, buscad los caminos del diálogo”.
Juan Pablo II también tuvo una visita en la Amazonía. Allí fue recibido por los grupos étnicos que muchas veces son relegados. La misa que ofició en Iquitos se recordaría por una peculiar frase que quedaría para la posteridad: “El papa se siente charapa”. Luego de este mensaje los miles de seguidores lo envolvieron en una ola de gritos y aplausos, que lo bautizaron como “el papa charapa”
Esta también fue la última parada del sumo pontífice en nuestro país. “Me llevo conmigo una impresión muy positiva del Perú, y me alegra, sobre todo, haber descubierto en ustedes una voluntad decidida de afrontar los problemas. Los aliento a continuar en ese camino”, señaló.
El Papa Juan Pablo II con el expresidente Alan García en su segunda visita al Perú 1988
Años después, en mayo de 1988, el santo padre volvería al Perú por un corto periodo de 40 horas. El motivo fue la celebración del congreso eucarístico bolivariano.
Entonces encontró al país sumido en una crisis económica y social peor de la que había encontrado en 1985. Era el primer gobierno de Alan García, quien fue el encargado en recibirlo.
A pesar del corto periodo de estancia, Juan Pablo II no podía irse sin pronunciarse al respecto de la situación del país.
“Señor presidente, no puedo silenciar la tristeza que invade mi corazón de pastor al comprobar que este pueblo peruano continúa sufriendo el flagelo de la violencia. En efecto, atentados y crímenes siguen sembrando dolor y muerte en tantos hogares de este país. En este aspecto, la experiencia enseña que la violencia, venga de donde venga, engendra mayor violencia y no es el camino adecuado para la verdadera justicia”, señaló respecto al conflicto armado interno.
Aquella será recordada como la última visita de Juan Pablo II al Perú.