Cuatro historias. Cuatro vidas y muchos sueños que quedan truncos por una tragedia que desde la mañana del jueves mantiene pendiente al país.
Selene Isabel Marín Muñoz (22), Rosalía Espíritu Portocarrero (52), Janet Segovia Calderón (39) y el ciudadano venezolano José Manuel Rodríguez González (40) se sumaron ayer a la lista de fallecidos (van 14) que deja hasta ahora la peor tragedia que recuerden los vecinos de Villa El Salvador.
Ellos vivían en el mismo barrio donde ocurrieron los incendios provocados por la fuga masiva de gas licuado de petróleo (GLP) que transportaba un camión modificado.
Ninguno logró escapar a la voracidad del fuego que se extendió como una ola mortal. Ninguno pudo esquivarle a la muerte. Para las familias afectadas, la desgracia ha sido de diferentes dimensiones. En Villa El Salvador se vive un ambiente de dolor y tristeza.
Sueños truncos de Selene
Selene era una buena chica. Tenía 26 semanas de embarazo y estaba muy ilusionada con su bebé, recuerda Valeria Aspajo Andrade, su mejor amiga. Ella llegó muy niña de Iquitos y en el colegio destacó. Fue policía escolar, una alumna muy responsable.
Hasta que se enamoró y quedó embarazada. Lamentablemente, el papá del niño que esperaba la dejó, pero ella continuó adelante. Selene vivía con su mamá en un segundo piso.
“Quería estudiar Educación, le encantaban los niños”, dice Valeria, afligida.
La joven, quien tenía amenaza de aborto y había sufrido quemaduras en el 95% del cuerpo, no soportó más. El jueves corrió para salvarse, pero fue alcanzada por el fuego.
Unidos hasta el final
La tragedia que llenó de miedo y desolación el cruce de las avenidas Pastor Sevilla con Villa del Mar también cobró la vida de doña Rosalía Espíritu, madre de Andrés Asto Espíritu, fallecido en la víspera. Ella tenía 33 años de casada con José Asto. Él recuerda los momentos previos a la tragedia. “Salimos todos, mi esposa le dijo a mi nuera Miriam (esposa de José, su otro hijo) que fuera adelante, que saliera de este lugar”.
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Ellos corrían desesperados, pasando la voz a los vecinos para que huyeran, e incluso José le dijo al chofer de un auto que no encendiera el motor pero no hizo caso y ocurrió la desgracia.
“Rosalía siempre le decía a Andrés: ‘el día que yo me vaya te vas a ir conmigo porque ninguna mujer te va a aguantar acá’”, recuerda José Asto.
Ingeniero venezolano
Carmen Dolores Delgado Martínez está destrozada. Aun así, intenta mantener la calma y tener valor, pero también “estar lo más consciente posible para afrontar lo que viene”: llevar los restos de su esposo, José Manuel Rodríguez González, a su tierra natal, Venezuela.
Ellos dejaron a sus seis hijos en su país y llegaron al Perú con la esperanza de salir adelante. Él era un ingeniero de tornos y hacía dos semanas había conseguido trabajo en Las Malvinas. Ella salía a vender bocadillos.
Vivían en un cuarto alquilado y el jueves José Manuel salió hacia al paradero. Apenas avanzó unos metros cuando fue sorprendido por el fuego.
Ayer dejó de existir en el hospital Daniel A. Carrión del Callao. Carmen Dolores vive horas terribles y no sabe cómo explicarles a sus hijos que su padre ha muerto. “Es angustioso, triste y doloroso ver a las personas llorar por sus familiares. Afortunadamente, muchas personas ya se llevaron a sus parientes”, señala.
Abuela, nieta y nuera
Pepe, miembro de la familia Rivero Meza, confiesa que le frustra no saber por qué sucedió la tragedia. Ayer falleció su esposa Janet Segovia Calderón (39). Un día antes había perdido a su madre Isidora Meza Llamoca y a su sobrina Geraldine Riveros Osorio, de 18 años.
Otros nueve integrantes de su familia también se encuentran con quemaduras de diversa consideración.
“Cuando salimos estalló el cisterna, la temperatura en ese instante fue infernal, sentí que nos podíamos desintegrar”, recuerda Zaida Osorio de la Cruz. Ella sobrevivió de milagro. El camión cisterna estalló frente a la casa que ocupaban.
“¡Hasta siempre, Janet! Gracias por haber sido tan generosa con nosotros. ¡Te extrañaremos!”, dijo su esposo Pepe.
Soñaba con ser periodista
Kermmin L.H., de 17 años, es otro de los fallecidos. Sus amigos recuerdan que el 4 de enero celebró su cumpleaños en Yauyos, su tierra natal.
Ese día pidió a sus hermanos que lo trajeran a Lima, soñaba con estudiar Ciencias de la Comunicación. En los pocos días que estuvo en la capital, había conseguido un empleo como obrero de construcción civil en Villa El Salvador.
La mañana del jueves, el joven salió del cuarto que alquilaba junto a su hermano para ir al trabajo. En el camino fue sorprendido por las llamas que avanzaban amenazantes, dejándole graves quemaduras en todo el cuerpo. Murió en el hospital Dos de Mayo.
A ellos se suman Juan Orlando Valladolid Loayza (50), Geraldine Riveros Osorio (18) y su abuela Isidora Meza Llamoca (61), María Ambrosio Navarrete y su hijo A.P.A. (9) y los menores N.K.O.G. (7),
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K.L.H. (17), G.A.P.T. (4) y L.A.I.R., de apenas tres años.
Dolor y esperanza
Las esperanzas para ellos se apagaron. Encarnan las historias más tristes de la tragedia. Pero también hay otras personas que se aferran a la vida en distintos hospitales.
Con el semblante roto por las largas horas de incertidumbre, los familiares de las víctimas de la explosión producida el jueves deambulan por los distintos hospitales.
Familias que mantienen la fe en que sus hijos o hermanos heridos saldrán adelante.
En los hospitales del Ministerio de Salud, hasta el cierre de esta edición, había 23 pacientes, en su mayoría en condición crítica, debido a la gravedad de sus quemaduras. Asimismo, EsSalud reportó ocho pacientes en estado grave.
Mónica Meza, titular de la Dirección General de Gestión del Riesgo de Desastre y Defensa Nacional en Salud (Digerd), hizo una invocación a la población para que continúe donando sangre en los distintos establecimientos.
Siete menores heridos
En tanto, médicos del Departamento de Pediatría del Instituto Nacional de Salud del Niño confirmaron que en esta institución hay siete menores heridos, cuatro de los cuales están en condición crítica.
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“Tenemos cuatro pacientes con quemaduras en el 80% y 90% (de sus cuerpos). Su estado es muy crítico, pero nuestros especialistas están abocados a sacar adelante a estos chicos. Sabemos que la tarea es difícil, pero no perdemos la fe”, indicaron.
Esa esperanza es la que tienen millones de peruanos que siguen con dolor la tragedia que enluta a Villa El Salvador.