Treinta años después, se identificaron los restos hallados en las fosas de Cieneguilla que fueron enviados a Inglaterra en 1993 para certificar si eran de los estudiantes de la Universidad La Cantuta secuestrados por el destacamento Colina en 1992. Tras ser repatriados este año, el laboratorio del Instituto de Medicina Legal, mediante pruebas de ADN, confirmó que se trata de al menos cuatro de ellos.
Los forenses identificaron genéticamente a Dora Oyague, Marcelino Rosales, Bertila Lozano y Felipe Flores Chipana. Precisamente, el único perfil que el laboratorio de Londres obtuvo en 1992 fue el de Flores Chipana, pues en ese entonces el Ministerio Público, bajo las órdenes de Blanca Nélida Colán, autorizó la comparación de solo uno de los restos.
La valija con las muestras, que llevaban olvidadas tres décadas, fue ubicada el año pasado en el archivo del Servicio de Ciencias Forenses de la ciudad inglesa de Birmingham por gestiones de la organización contra la tortura Redress y la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH), que representa a las víctimas de La Cantuta.
El fiscal a cargo del caso, Luis Enrique Valdivia, y el biólogo forense Carlos Tello lo informaron ayer a los familiares de los estudiantes y el profesor asesinados. La madre y la tía de Dora Oyague no pudieron contener sus lágrimas al escuchar su nombre, a pesar de que ambas tenían la convicción, desde hace años, de que la habían asesinado como a sus demás compañeros de estudio. Una mezcla de sentimientos las invadió, pues por un lado sienten alivio al saber que podrán darle cristiana sepultura; pero por otro sufren con la confirmación de su muerte.
El fiscal informó también que en las diligencias del año pasado en las fosas de Cieneguilla se encontró un pequeño hueso del codo, cuyo perfil fue comparado con las muestras de los familiares, obteniendo un resultado positivo. Mediante pruebas de ADN se determinó que correspondía a Armando Amaro Cóndor, el hijo que durante años buscó, incansablemente, la señora Raida, conocida como la Madre Coraje.
Con él son cinco los estudiantes de La Cantuta identificados genéticamente por el laboratorio forense del Instituto de Medicina Legal. A ellos se suma Enrique Ortiz Perea, cuyo cuerpo fue encontrado en Huachipa en noviembre de 1993. Su hermana, Gisela, recordó que estaba envuelto en dos sacos, de cabeza a los pies. Es el único cuerpo completo que se encontró. “Con él, hay seis identificados por ADN. Nos faltan cuatro. El Estado debe continuar con la búsqueda. Está pendiente una diligencia más en Cieneguilla y se tiene que realizar de una vez. Llevamos esperando 32 años”, refirió.
Incansable. Raida Cóndor halló a su hijo tras larga búsqueda. Foto: Félix Contreras/La República
Explicó que en el caso del profesor Hugo Muñoz, solo se hizo una comparación preliminar ante y post mortem con un par de pies adultos hallados en Cieneguilla, uno de los cuales sufrió una dislocación, como en vida le ocurrió al catedrático de La Cantuta.
Efectivamente, al hallarse el fragmento de codo en una de las últimas diligencias del año pasado en Cieneguilla, se decidió continuar con los cateos. Inicialmente, se coordinó para retomarla después de Semana Santa, pero por falta de presupuesto aún no se ha iniciado. La Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas, del Ministerio de Justicia, ha previsto financiar tres de las siete semanas que durarán los trabajos. Sin embargo, la Fiscalía aún no confirma cuándo pondrá el resto.
Mientras que no se realicen estas labores, no se entregarán los restos que ya se han identificado, lo que implica alargar el dolor de los familiares, entre los que hay padres y madres que bordean los 80 años, y que no pueden darles cristiana sepultura. Es importante continuar con la búsqueda, pues aún no se han hallado los restos de Robert Teodoro Espinoza y Heráclides Pablo Meza, Juan Mariños y el profesor Hugo Muñoz.
De los 11 huesos que retornaron de Londres, solo se pudieron analizar 10. Uno estaba muy degradado y no tenía un perfil para identificación. Nueve muestras coincidieron con el ADN de los familiares de las víctimas de La Cantuta. Tres eran de Felipe Flores Chipana, y dos de Dora Oyague, Bertila Lozano y Marcelino Rosales.
Sin embargo, una muestra, correspondiente a un fragmento frontal, no mostró relación con los familiares, por lo que podría ser de otra persona ejecutada o trasladada allí.