— Hubo calma por fiestas en el sur, pero la confrontación se ha reactivado con fuerza.
— Era una paz artificial, que se construyó desde algunos círculos que creyeron que, con la destitución de Castillo, el país iba entrar a un período de sosiego. El Ejecutivo y Legislativo no entendieron que había que adelantar lo más pronto posible las elecciones y ese mensaje fue interpretado por algunas personas, especialmente en las regiones, como un intento de quedarse en el poder. Quienes vivían engañados no entendían que la situación iba a escalar, porque algunas organizaciones sociales estaban en contra de cómo se había comunicado la destitución y no se habían adelantado elecciones con la premura que demandaban.
— El tema se ha agravado con las muertes que no se han atendido en materia de justicia.
— Eso es especialmente grave en Ayacucho, históricamente asolada por el terrorismo y por la violencia de las FF. AA. en el pasado. Las disculpas genéricas, los intentos artificiosos de construir una cultura de paz sin reconocer el duelo, sin acudir a la zona para reunirse con las familias de las víctimas, constituyen afrentas a una población que no va a olvidar eso. Es muy lamentable, porque se ha perdido otra vez una oportunidad histórica para reconciliar a las FFAA con Ayacucho. Me parece pecado mortal, gravísimo, que se haya repetido en Ayacucho un hecho tan traumático.
— La presidente Boluarte insiste en que FF. AA. y PNP defendían a 33 millones de peruanos.
— No solo eso, en entrevista con La República, cuando le hacen referencia a nombres exactos, ocupaciones de las personas asesinadas a sangre fría, lo único que hace es aludir a que hay que esperar las investigaciones. Frente a un hecho tan patentemente sangriento y evidente, lo único que cabe como jefa del Estado es reconocer que hubo represión desproporcionada.
— En otro gobierno habría caído el gabinete.
— Se ha perseverado en el error, porque incluso después de estos excesos de fuerza se intentó involucrar a la Policía como actor político (con la ‘marcha por la paz’) y, al hacer eso, lo único que estás haciendo es perder los estribos.
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— ¿La ‘marcha por la paz’ se ve como una confrontación?
— Este tipo de marchas por la paz, en un momento en el que hay una crispación, lo único que hace es polarizar mucho más a la sociedad en detrimento de la construcción de una cultura del diálogo. En lugar de entender que para hacer frente a eso, más que marchar por la paz, lo que se necesita es canalizar vías de entendimiento entre la población y las autoridades.
Protestas. Este miércoles se reinician las protestas en contra de la presidenta Dina Boluarte y el Congreso. En regiones del sur hay tensión sobre como serán las protestas. Foto: Rodrigo Talavera/ LR
— ¿La democracia está siendo afectada?
— El tejido social está roto. Hay desconfianza en las autoridades, en la democracia. Los indicadores dicen que somos el país de Sudamérica que más desconfía en la democracia. Entonces, hay que ser bastante insensato para insistir en que aquí no pasó nada y que solo hay marchas esporádicas... No hay un sentido de responsabilidad del Congreso. Parece ser que viven muy alejados de la realidad.
— ¿Una salida sería el adelanto de elecciones al 2023 o la renuncia de Boluarte?
— Cuando veo las salidas que se plantean desde el Ejecutivo y el Legislativo, que pasan simplemente por decir que tiene que haber reformas políticas y modificación de algunas normas, no están entendiendo lo que la ciudadanía está reclamando.
— ¿El Ejecutivo no entiende su precariedad?
— Si se va a creer que se puede gobernar a punta de decretos y simplemente de orden, estado de emergencia y de militares en la calle, vas a tener todas las condiciones que pueden acelerar la violencia.
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— ¿Estamos retrocediendo y se afecta la democracia?
— Lo que pasa es que la democracia, para algunos, es lo que me conviene bajo las reglas que yo quiero. Los demócratas en el Perú no son demócratas de verdad, sino demócratas oportunistas. Cuando se gobierna de acuerdo con las reglas que yo quiero, hay democracia, y cuando no, pues hay dictadura, opresión. La democracia en cualquier país del mundo supone convivir con ciudadanos que opinan distinto, piensan distinto. No hacerlo, precisamente, es lo opuesto a la democracia.