Verónika Mendoza responde sobre el Gobierno de Pedro Castillo. Con alguna vena autocrítica -aunque muy posiblemente muchos aleguen que insuficiente-, admite una “cuota de responsabilidad” en la crisis que el país enfrenta en la actualidad. Propone un frente político, social y ciudadano que presione al Gobierno y al Congreso.
¿Se considera ahora parte de la oposición?
Como Nuevo Perú, atendiendo a la demanda de cambio del pueblo peruano, a la voluntad popular de la primera vuelta, decidimos apoyar la propuesta de Pedro Castillo sobre la base de un acuerdo político. Pero a medida que fue abandonando las propuestas de cambio por las que fue elegido y que se fue haciendo evidente el caos, la ineptitud y la falta de transparencia, nos correspondía señalarlo con claridad y apostar por una alternativa de cambio con la gente.
¿Es de oposición?
Sí, de oposición democrática por el cambio. De ninguna manera cercana a esta oposición golpista, que es parte responsable de la crisis.
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¿Quisiera no haber participado del Gobierno de Castillo?
No, quisiera que el Gobierno fuera de cambio, como lo esperaba y lo necesita el país. Lamentablemente esto no ocurrió. Correspondía como fuerza política de izquierda democrática contribuir a que se cumplieran las promesas por las cuales Castillo fue elegido, lo intentamos. Ciertamente, tuvimos también debilidades y errores que no permitieron tener un rol lo suficientemente fuerte para que eso ocurriera. Pero es lo que tocaba hacer como fuerza política: tomar iniciativa, jugárnosla en la cancha y no ponernos de costado ni pontificar desde un altar de superioridad moral o intelectual, como les gusta a algunos.
Le pido una reflexión desde la responsabilidad que todo liderazgo político debe tener hacia la gente: visto lo visto en el Gobierno, NP, usted, ¿erraron en su análisis de la situación?
No. Es importante señalar las múltiples responsabilidades que nos han llevado a esta situación, y con ello no quiero evadir las nuestras. La crisis no empezó con el Gobierno de Castillo. Se develó y agudizó con los escándalos de corrupción que estallaron no ayer, con la pandemia. Y a eso se sumó una ultraderecha golpista que desde el inicio pretendió desconocer a la voluntad popular, que chantajeó y presionó al Gobierno de Castillo y que pretendía vacarlo desde el día uno…
¿Y luego?
A eso se añade un centro democrático que, lamentablemente, se sumó a la lógica golpista. Y, claro, luego el Gobierno abandonó las promesas de cambio y demostró ineptitud, caos y permisividad con la corrupción. En lo que toca a nosotros, por supuesto que tenemos nuestra cuota de responsabilidad.
¿En qué?
Por un lado, en no haber logrado construir previamente una alternativa sólida de izquierda democrática y, por otro lado, una vez ya apoyando al Gobierno, no tuvimos la fuerza suficiente porque cada quien quiso intervenir de manera aislada en clave hiperprogramática, cuando lo que tocaba era sumar fuerzas, presionar de manera más articulada y colectiva y hacer más política.
¿No había suficientes indicios de que Castillo no representaba las banderas que ustedes defendieron por años? Como la igualdad de género, los derechos de las minorías, solo por mencionar algunas.
Recordará que decidimos apoyar la candidatura de Castillo sobre la base de un compromiso que incluía la lucha contra la corrupción, garantía de derechos de ciudadanos y la igualdad plena para todos y todas. Contribuimos con el Plan del Bicentenario que incluía esos temas y Castillo asumió un compromiso con el pueblo. Que él lo haya traicionado ahora… en fin, yo, particularmente, tenía, digamos, mis dudas…
¿Tenía dudas entonces?
Lo mencioné en la campaña, pero, nuevamente, había que jugársela por cerrarle el paso a la ultraderecha, que es la amenaza más grave para nuestra democracia en estos momentos y tocaba responder a la voluntad popular que votó por Castillo mayoritariamente. Había que hacer un esfuerzo por impulsar los cambios, no es lo que está ocurriendo, lamentablemente. Tenemos un Gobierno que abandonó esas propuestas y un Congreso totalmente de espaldas a la ciudadanía. No perdamos eso de vista.
¿Decir que este Gobierno no es de izquierda no equivale a lavarse las manos?
Lo que nunca hemos hecho es lavarnos las manos. Para nosotros lo más fácil en la segunda vuelta hubiera sido ponernos de costado, no participar en el Gobierno, pero, insisto, somos una organización política y eso implica asumir responsabilidades y jugársela por la gente.
Imagino que apoya a Castillo en lo de la asamblea constituyente (AC).
Siempre hemos planteado la necesidad de un nuevo pacto social, la nueva Constitución es una demanda de amplios sectores y es una necesidad que la grave crisis que atravesamos nos confirma. Todos coincidimos en que no podemos seguir con las mismas reglas.
¿Es el momento adecuado, con esta crisis encima?
Justamente, la crisis nos dice que este sistema y reglas de juego no dan más. Ya intentamos las reformas parciales. Se intentó con Vizcarra. Este Congreso está manoseando la Constitución a su antojo para romper el equilibrio de poderes. Las cosas no han mejorado, han empeorado. Este es el momento de abrir el debate, de empezar el proceso constituyente bajo el liderazgo de la ciudadanía organizada. No confío ni en el Gobierno ni en el Congreso para liderar este proceso.
¿Una AC es prioritaria ahora? No porque aparezca en la Constitución que nuestro modelo económico pasará a ser algo diferente significa que llegará el empleo y la educación y la salud para todos.
De acuerdo. Nunca hemos planteado que una nueva Constitución sea una varita mágica que resuelva automáticamente todos los problemas del país. Por eso insisto en construir un frente ciudadano, político y social. Se necesita un plan de emergencia para paliar la inflación, con medidas concretas como rebajar el IGV, una transferencia directa a las familias más vulnerables; un plan de reformas para implementar la segunda reforma agraria y continuar la reforma tributaria; y un plan constituyente para ponernos de acuerdo en si queremos o no una nueva carta, quiénes la redactarían y cómo elegiríamos a los constituyentes.
¿Por qué plantean que es prioritario para la gente lo de la AC? Las encuestas parecen sugerir otra cosa.
Si me preguntan qué es lo urgente que tienen que hacer el Gobierno y el Congreso, diría que atender la inflación, a las familias vulnerables. Pero eso no quita lo importante. No me va a negar que todos planteamos, desde distintas perspectivas, que necesitamos un nuevo sistema político electoral. Y las poquísimas encuestas que lo han preguntado señalan que la gran mayoría está de acuerdo en que se hagan cambios a la Constitución. Que se abra el debate y la ciudadanía decida.
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El IEP consultó en diciembre del 2020 qué temas debían incluirse en una nueva Constitución. Las respuestas dejaban entrever que el resultado podía ser algo más conservador que lo actual. ¿Desde su espacio político no están siendo demasiado optimistas sobre lo que podría traer esta nueva carta?
Lo que pasa es que aflora el hartazgo y la bronca de la gente, que comparto, y salen cosas como demandar mayores sanciones. Pero justamente un proceso constituyente es la oportunidad para discutir la raíz del problema y plantearnos soluciones de fondo. La corrupción no se resuelve solamente mandando a la cárcel a los malditos corruptos, si no construyendo un nuevo Estado más transparente y participativo.
El miércoles se produjo el desalojo en Fuerabamba. ¿Este es un Gobierno represor?
Totalmente, está aplicando la misma lógica de los gobiernos de derecha. Me solidarizo con las comunidades de Cotabambas del entorno del proyecto minero Las Bambas, en particular con las 17 personas heridas. Rechazamos esta lógica de represión y criminalización que nunca resuelve el problema y siempre agudiza el conflicto y profundiza la desconfianza entre los ciudadanos y el Estado y la Policía. Exijo que el ministro del Interior renuncie porque no es posible que el Gobierno haya preferido ponerse de costado y permitir un desalojo bajo el mando de la empresa minera.
¿Cuál será el costo electoral para la izquierda con todo esto que ocurre?
El costo será para la democracia y las fuerzas políticas en general. Es también una oportunidad si asumimos la crisis en su justa dimensión.
Hablo de costos electorales. La gente entiende que este es un gobierno de izquierda.
Primero, este no es un gobierno de izquierda, no es uno de cambio. Segundo, lo que nos dijo el proceso electoral es que la gente está harta del sistema, de las reglas y demanda un cambio. Hay una oportunidad para encausar esas demandas, democráticamente.
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¿El adelanto de elecciones es una opción?
No resuelve el problema.
¿Gobierno y Congreso deben quedarse?
Hay que construir un frente político y social que presione al Gobierno y al Congreso. Ellos no están a la altura de las circunstancias, pero desde el pueblo organizado podemos presionarlos. Comparto el hartazgo, pero el “que se larguen todos” es una propuesta irresponsable que no hace más que eludir las tareas de ahora. Y es delicado romper el consenso básico según el cual, en democracia, se debe respetar la voluntad popular, nos guste o no el resultado. Quiero hacer un llamado a que esta indignación no nos lleve a rechazar la política, si no que nos convoque a hacer política, a renovarla, a no dejarle la cancha a los mafiosos de siempre.
¿Cree que su voz sigue teniendo legitimidad para la gente? ¿Considera que este llamado que hace pueda tener algún eco?
Todos los ciudadanos tenemos el derecho y la responsabilidad de involucrarnos en este debate. No sé cuánto eco pueda tener mi voz, pero, modestamente, quiero participar de la salida de esta crisis. Para eso no bastan una cuantas voces. Necesitamos a los ciudadanos movilizados y escucharnos.
¿Sus pretensiones electorales terminaron o insistirá en ellas?
Quisiera militar en bases, aportar a un proceso de construcción de este frente político, social y ciudadano. Es tiempo de construir abajo, con la gente. Ahí es donde quisiera aportar.
¿Se terminó su amistad con Anahí Durand?
No, yo respeto mucho a Anahí. Discrepo de la posición política que ha tomado pero, bueno, hay diversas posturas en estos momentos. Si algo he aprendido estos años haciendo política es que las personas son muy importantes, pero mucho más importantes son los procesos de construcción colectiva.