La historiadora Claudia Rosas considera que, con la presentación del primer ministro, Walter Martos, el Gobierno busca restablecer relaciones con un Congreso que no llega a entender la gravedad de la actual crisis. Además, reflexiona sobre movimientos pendulares en nuestra historia, que ahora aparecen también en plena pandemia.
¿Qué impresión le dejó la presentación del primer ministro Martos en el Congreso?
Priorizó la lucha contra la pandemia, la cual ha originado en nuestro país una grave crisis a todo nivel. Las crisis en la historia revelan las contradicciones estructurales preexistentes, no las inventan. Los felices años del boom económico parece que pusieron un velo sobre la pobreza, desigualdades, centralismo y una serie de problemas que, al darse el impacto de la pandemia, se revelan con toda crudeza. Estos problemas irresueltos están agudizando estragos de una enfermedad muy difícil de contener. Por ejemplo, la informalidad y precariedad económica que obliga a la gente a salir a trabajar o la debilidad del sistema de salud, que ya se saturó.
¿Cuáles han sido las grandes ausencias en su discurso?
Hay ausencias como el ámbito de cultura, en reactivación económica y reforma política, porque son los terrenos de mayor conflicto y no cabía entrar en detalles. Por eso su título “Momento de unión y de consenso”. Preferiría hablar de presencias, como poner en primer lugar la lucha contra la pandemia, elemento de consenso y donde hay confianza en la experta conducción de la ministra Pilar Mazzetti. También fueron positivos el acento en los aspectos social y educativo, aunque este último es otro terreno de fuerte tensión; el énfasis en las regiones; el medio ambiente; etc. Es iluso pensar que en un lapso tan breve de Gobierno, el Estado resolverá problemas que tienen 200 años, y es difícil hacer todo al mismo tiempo, aunque todo esté conectado entre sí.
Hay un cambio de tono. ¿El Gobierno está confundido?
No es que esté confundido, sino que para mantener la democracia, trata de restablecer buenas relaciones con un Congreso muy difícil por su fragmentación e intereses, porque no entiende la gravedad de la crisis y se comporta más en función de las elecciones. Desde inicios de la república, ha existido una lucha entre Legislativo y Ejecutivo, que se agravó en el gobierno de PPK, y un Congreso con mayoría fujimorista, que lo vacó y luego fue disuelto. Esto estuvo cruzado por el caso Odebrecht y la corrupción. Por eso, la reforma política y de justicia terminan siendo importante para asegurar la gobernabilidad en el marco de una crisis sanitaria.
¿Cómo ve los temas de género y mujer en este gabinete?
La lucha contra la violencia de género y por mejorar la situación de las niñas y mujeres debe ser tema prioritario y es muy importante que haya sido incluido en el discurso. Es un problema estructural de nuestra sociedad, que ha explotado de modo muy violento en la cuarentena porque en las crisis en la historia los problemas se agudizan y por eso se visibilizan. Pero siempre han estado. Hace falta una política que vaya al origen del mal, y uno de los medios es la educación.
El Congreso también cambia de tono. ¿Cómo lo toma?
No le quedaba otra opción, a riesgo de desprestigiarse más, pues la política de salud pública para enfrentar la pandemia no puede esperar la lucha entre poderes ni la lentitud de un Estado paquidérmico. En nuestro país, desde el siglo XIX ha existido un temor al caudillismo y autoritarismo y, al mismo tiempo, miedo a la anarquía y al caos, que ha hecho que políticamente nos movamos de un extremo al otro del péndulo. Es interesante ver que un premier militar y que inicia su discurso usando la metáfora militar de la guerra contra un enemigo invisible sea tan bien acogido en el Congreso. Creo que al final, debe primar la idea de que el liderazgo para enfrentar la crisis es solo por un periodo transitorio, mientras se responde a la emergencia.
¿Cómo vislumbra el futuro del Gobierno con este equipo?
Con las virtudes y defectos de este nuevo equipo, se debe ir para adelante, y no me parece adecuado que los ministros sean interpelados a cada rato ni que los gabinetes sean cambiados e incluso se vuelva a deslizar la idea de la vacancia presidencial cuando queda menos de un año de gobierno. Todo esto genera gran inestabilidad y es una falta de responsabilidad. Hay demasiados problemas estructurales que atender y solo por poner otro ejemplo, la situación dramática que vive la Amazonía y los pueblos indígenas que la habitan. El Gobierno necesariamente debe gobernar para la mayoría de la población.
El fujimorismo muestra cierta disposición de apoyo al Gobierno. ¿Cómo lo ve?
Me llamó la atención. Lamentablemente cuando este partido tuvo mayoría y el poder para legislar solucionando los problemas estructurales del país, no lo hizo y se dedicó a luchar contra el Ejecutivo, cosa que han señalado algunos de sus propios miembros en mea culpa. Entonces, me parece bien que ahora cambien de actitud.
¿Cómo afecta el ruido político a la agenda al bicentenario?
Las crisis también son oportunidades. El bicentenario trata principalmente de hacer un balance crítico de 200 años de república, con sus posibilidades y limitaciones como diría el gran historiador republicano Jorge Basadre. Un proyecto editorial que impulsa el Proyecto Bicentenario, y que ha sido mencionado por Carmen Mc Evoy, es la colección Nudos de la República, que trata a través de ensayos sobre los problemas estructurales del país, como la pobreza y las desigualdades, el centralismo y las regiones, las epidemias y la salud pública, las mujeres y las relaciones de género, el hambre y la gastronomía.
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