Por: Richard Arce
Después de la disolución del Congreso de la República por los motivos ya conocidos, es importante resaltar el hartazgo al que ha llegado la población que muestra un desprecio por la clase política que los representa. Ahora bien, se espera generar lecciones aprendidas de esta experiencia vivida para todos los actores políticos, en especial para las organizaciones políticas de izquierda.
Desde que tengo uso de razón, recuerdo los esfuerzos que se hizo para unir a la izquierda. Hay una expectativa natural de buscar la confluencia de todas las fuerzas de izquierda en una solo plataforma, la verdad es que es una aspiración idílica, pero no será posible por las discrepancias de fondo que existen entre las posiciones expresadas e inclusive la visión de país.
Más allá de la unidad, que puede ser una entelequia, la verdadera fuerza de la izquierda está en la capacidad de representar sectores tradicionalmente excluidos, que ahora se manifiesta ya no solo por el nivel socio-económico, sino por la exclusión social y los abusos que día a día vive cualquier ciudadano, aquellos que se sienten desamparados en sus actividades cotidianas, que son víctimas de la inseguridad ciudadana, de los pésimos servicios de salud, de la explotación laboral, del abuso por la posición de dominio de empresas cuasi monopólicas y la lista sigue.
Es en este escenario que se veía con optimismo el rol que ha tenido un reducido grupo de congresistas, que sumaron en el esfuerzo del adelanto de las elecciones y terminó con la disolución del Congreso. Esto generó hasta una esperanza en la renovación política, en la cual el Nuevo Perú apuntalaba una posibilidad real de ser gobierno, pero que tenía la debilidad de no tener inscripción legal en el JNE; por responsabilidad propia de la organización y sus dirigentes, me incluyo.
Por eso, ahora la desesperación de buscar una alianza electoral para participar en las próximas elecciones, lleva erradamente a los dirigentes a buscar a los partidos de Perú Libre de Cerrón y Juntos por el Perú de Yehude, sin medir las consecuencias y el futuro político que significa aliarse con personajes desacreditados por presuntos actos de corrupción y en el caso de Cerrón por sentencia en segunda instancia y peor aún con posiciones abiertamente opuestas al Nuevo Perú.
Queda en el tintero, muchas interrogantes, ¿dónde quedo la coherencia política? ¿Se puede sacrificar el esfuerzo de miles de ciudadanos, por una participación electoral? La respuesta es dicotómica, después de la confirmación de la alianza con Cerrón, vemos que sí y que priman otros intereses subrepticios.
Si queremos una izquierda moderna, progresista, inclusiva, no puede coincidir con posiciones misóginas, xenófobas, homofóbicas y menos avalar la corrupción, porque hasta el silencio es cómplice en la lucha contra la impunidad. Frente a esta dura realidad es mejor dar un paso al costado, porque estoy seguro que esos miles de militantes y simpatizantes, tienen intactas las esperanzas de ver un Nuevo Perú.