"Gabo tenía una rara cualidad: era querido por todos. No necesitaba de la muerte para recibir devoción"., El último 17 de abril se quitó la vida Alan García. Toda la atención se centró en ese hecho. Pero hace 5 años, en un día similar, falleció Gabriel García Márquez. La muerte del primero, la forma en que se produjo, hizo que la mayoría de peruanos prestemos atención a la política local y no recordemos a ese viejo amigo, universal, entrañable para las letras y la fascinación literaria. Gabo tenía una rara cualidad: era querido por todos. No necesitaba de la muerte para recibir devoción. No requería de una despedida final para convertirse en un ícono de todos los corazones y tener un lugar en la historia. Con él no iba eso de que la muerte beneficia al que se va, lo vuelve bueno y le abre un lugar en el cielo. Su partida final tuvo un coro unánime de lamentos, de tristeza por tamaña pérdida para el imaginario latinoamericano. Hoy que tengo el recuerdo de cómo sentí su adiós, también evoco haber leído, siendo universitario, Cien años de soledad con exaltación, anotando cada personaje en una libreta, registrando cada frase y escena memorables. Igual me ocurrió, por ejemplo, con El amor en los tiempos del cólera. Y me sigue pasando cada vez que me acerco a sus crónicas periodísticas, que son verdaderas lecciones de prosa, de información y de saber contar historias para un diario. Fue el 17 de abril del 2014 y todavía guardo el impacto de ayudar a hacer el especial periodístico por su adiós. Porque, claro, una de las gratificaciones de nuestro oficio es el privilegio de estar en la noticia, de vivirla con intensidad. A los 5 años de su deceso, lo recuerdo hoy y lo recordaré todos mis días como un compañero que nos obsequió historias, personajes, ficción, la belleza de lo real imaginario y que nos entregó, eso, su creatividad y calidad humana para ser tan querido. Viejo amigo, leal, eterno Gabo.