Ahora también debe dejar de ser un fiscal supremo.,La renuncia de Pedro Chávarry al cargo de fiscal de la nación es un pequeño avance para iniciar la reforma indispensable del ministerio público, pero muy insuficiente para garantizar su éxito, lo cual debe empezar por su destitución como fiscal supremo. Esa posibilidad la tiene el congreso donde, por fin, el fujimorismo se ha visto forzado a poner en agenda el caso de Chávarry en la subcomisión de acusaciones constitucionales. El congreso debiera retirarlo del MP porque es una vergüenza para una organización que su máxima instancia –la junta de fiscales supremos– considere que Chávarry no tiene condiciones para ser fiscal de la nación, pero sí para mantenerse en su cúpula directiva. Algo muy malo ocurre en el MP para que esta contradicción de que Chávarry se va de la fiscalía de la nación, pero sigue integrando la junta de fiscales supremos, no produzca ningún impase institucional. La nueva fiscal de la nación Zoraida Ávalos ofrece un rostro nuevo al frente del MP que no está manchado, a diferencia de tres de los otro cuatro fiscales supremos, y ha acertado en plantear una emergencia en la organización que es muy positiva por varios motivos. Uno de ellos es que saca del congreso el problema de un proyecto planteado por el presidente Martín Vizcarra para declarar en emergencia el MP que fue muy útil para meter presión política –dentro de la legalidad- para contribuir a la salida de Chávarry del cargo de fiscal de la nación, pero sobre el cual existe una coincidencia amplia de que es inconstitucional pues promueve la intervención de un poder del estado en otro. Ello le permite al presidente Vizcarra consolidar aún más ante la opinión pública su imagen en la lucha contra la corrupción. Sin embargo, es lamentable que la valentía y acierto del presidente Vizcarra en materia política, no se corresponda siempre con la calidad de algunos proyectos de su administración La decisión de la propia Ávalos de declarar al MP en emergencia le permite al gobierno un hat trick: retirar un mal proyecto, sacar a Chávarry de la cabeza de la institución, y avanzar en la reforma de las fiscalías. Chávarry, sin embargo, sigue de fiscal supremo. Su influencia hoy es mucho menor que cuando era el fiscal de la nación, pero su permanencia en el MP es una deshonra para la institución por haber demostrado vocación por caminar en la mentira y fuera de la ley, como consta, por ejemplo, en la violación del lacrado de una oficina cercana a la que era su despacho.