“No es difícil imaginar a un FP post-Salaverry como un grupo aun más desordenado, convencido de que su mejor salida es el vandalismo político”.,Desde un inicio las reacciones de Fuerza Popular a la actuación de Daniel Salaverry en la Presidencia del Congreso fueron muestra de un error de percepción. Consideraron que un presidente salido de sus filas estaría a su entero servicio. Salaverry en cambio considera que su papel es cuidar la mejor marcha de todo el Congreso. Luz Salgado en cambio hizo una presidencia marcadamente FP, y eso fue parte del tobogán hacia el descrédito de su partido, y del Congreso entero. Pero en esa gestión las cosas todavía no se habían puesto tan calientes. La prepotencia de la mayoría ya despertaba protestas, pero parecía, digamos, algo natural. Con la jefa política presa, varios dirigentes enjuiciados, la aprobación por los suelos y un creciente asomo de discrepancias, una presidencia exclusivamente FP en su orientación no tendría sentido, ni siquiera para el propio FP. Salgado lo entendió muy a medias, pero nunca se le permitió ensayarlo. Lo que FP considera una traición de Salaverry ha sido más bien un intento de darle una direccionalidad a la crisis del partido. Pero para que eso funcionara los cuadros de FP hubieran tenido que reconocerlo como su líder de facto en esta hora tan difícil para ellos. Al tipificarlo como un enemigo, se han disparado en el pie. Por lo pronto han agravado su problema de identidad partidaria. Si no están mandando Keiko Fujimori ni sus más cercanos, la conducción parece estar en manos del congresista que primero llega a los medios. Los más hábiles en esto son sin duda los dos voceros en la cámara, uno de ellos además secretario general. Al poner en marcha la defenestración de Salaverry, FP debe sentir que regresa a territorio conocido: una demolición institucional apoyada en su abundancia de votos. Es probable que lo logre, pues además hay votos no fujimoristas que probablemente ven una nueva elección de presidente como una inesperada oportunidad. No es difícil imaginar a un FP post-Salaverry como un grupo aun más desordenado, convencido de que su mejor salida es el vandalismo político: los desafíos y bloqueos al Ejecutivo, la mentalidad de bunker, y la exhibición de una amplia gama de modales dudosos. Todavía están a tiempo para pensarlo dos veces.