Además esta campaña electoral ha vendido la idea de que el alcalde de la ciudad va a solucionar serios problemas que se encuentran fuera de su alcance.,Si usted desea fervientemente que su candidato favorito gane la elección provincial de mañana, quizás debería pensarlo dos veces. Pues la siguiente no va a ser una alcaldía fácil. Ninguna de las recientes lo ha sido, y la de 2019-2023 tendrá desde la partida los habituales problemas genéricos, y algunos específicos, es decir propios de la coyuntura. Por lo pronto el próximo alcalde de Lima tendrá que buscarse un lugar en medio de la polarización política. La norma es que debe acercarse al Ejecutivo, sobre todo por motivos financieros, pero eso puede tener un alto precio político. Mantenerse neutral, que sería la solución de sentido común, no parece muy fácil, y se puede parecer mucho al aislamiento. De otra parte ya se sabe que ese alcalde ganará con una baja votación, y esto sugiere una mayor exposición al riesgo de una revocatoria temprana. Lo cual puede pasmar toda tentación de hacer reformas importantes, que suelen afectar intereses establecidos y producir reacciones contrarias a la gestión. Luego tenemos que el alcalde llegará con pocos distritos en manos de sus correligionarios, lo cual anuncia conflictos, o al menos mucho tiempo distraído en negociaciones. Los últimos tiempos de Luis Castañeda Lossio han demostrado el peso que pueden tener alcaldes distritales enfrentados y decididos, generalmente con sus vecinos detrás. Además esta campaña electoral ha vendido la idea de que el alcalde de la ciudad va a solucionar serios problemas que se encuentran fuera de su alcance. Por ejemplo la inseguridad, que los serenos no siempre pueden atajar. Así, el nivel de exigencia al municipio provincial puede volverse una verdadera revolución de expectativas en numerosas áreas extramunicipales. A todo lo anterior podemos sumarle el efecto de las diversas carencias personales del posible ganador, como la inexperiencia en política nacional, un gusto por el exabrupto pugnaz, poco conocimiento del Estado, o el desconocimiento de lo que es un municipio, y varios otros que recién se harán conocidos desde el sillón municipal. Son, pues, muchos los riesgos que le estamos fletando a nuestro candidato favorito. En esa medida lo menos que le deberemos si gana es concederle el beneficio de la duda, aunque sea por un tiempo prudencial.