6 de cada 10 hogares que reciben alimento no deberían recibirlo, según un estudio de La Cámara de Comercio Exterior del año 2016. En Lima, la situación es aún más inhumana.,Sí, la corrupción es considerada como un antivalor cuando evaluamos el desempeño de un político. La desconcertante contradicción es que hay muchos que exigen de la autoridad, aquello que no practican. El icónico programa social “Vaso de Leche” es una descarnada demostración de corrupción ciudadana, doméstica. Con dinero de todos los peruanos, como nos encanta decir para evaluar al político, porque con uno mismo el rasero es distinto. Cerca de un millón de hogares son alcanzados por este programa, en teoría a cargo de las municipalidades, pero, en la práctica, administrado por madres de familia desde hace 34 años. Estamos hablando de un presupuesto anual que bordea los 400 millones de soles. Recursos que deberían estar exclusivamente dirigidos a mejorar el nivel nutricional de sectores poblacionales vulnerables: niños 0-13 años, madres gestantes, tercera edad y personas con TBC en pobreza y pobreza extrema, según ley. Pero resulta que, del total de beneficiarios, tan solo un 9.7% es pobre extremo, un 30.7% es pobre y, un 59.6% no es pobre. Es decir, 6 de cada 10 hogares que reciben alimento no deberían recibirlo, según un estudio de La Cámara de Comercio Exterior del año 2016. En Lima, la situación es aún más inhumana, pues hay un 74.9% de filtración. En otras palabras, un grupo de peruanos, (más de 600 mil familias con casa propia, servicio de cable y hasta auto) hace trampa y, con ello, perjudica a su prójimo necesitado. Esta implacable corrupción ciudadana priva de ingestas a, por ejemplo, niños anémicos no empadronados. No olvidemos que, de acuerdo con la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar, el 43% de niños peruanos, menores de 3 años, padece de anemia. Vengo denunciando esto desde hace 15 años. Nada cambia. Luego de escuchar a los candidatos a las municipales, todo indica que nada cambiará. Nadie se atreve a actualizar los padrones o a cambiar el sobrevalorado lácteo por un alimento rico en hierro.