La vida y obra de M&B da para más, como para una serie de Netflix, donde podemos comprobar que la corrupción es un mal planetario.,Es casi un lugar común afirmar que el Dr. Vladimiro Montesinos y la Dra. Laura Bozzo (en ese orden) tienen un lugar privilegiado en el top 10 de nuestra historia nacional de la infamia. Pero no peco al afirmar que brutos no son. Uno logró controlar todo el aparato público incluyendo la prensa y las fuerzas armadas. La otra fue su efectiva caja de resonancia con lamidas de sobacos de por medio. De ahí mi sorpresa por la reacción de ambos personajes ante el estreno de la película Caiga quien caiga. Montesinos & Bozzo fueron los primeros en caer y sus amenazas cumplen con el efecto Melcochita: “¡no la vean!”… que garantizará su éxito de taquilla. La vida y obra de M&B da para más, como para una serie de Netflix, donde podemos comprobar que la corrupción es un mal planetario. Corea del Sur, Brasil y Australia, por ejemplo, son escenarios de estupendas series de corrupción al más alto nivel basadas en hechos de la vida real… Y no tienen finales felices. La corrupción es parasitaria del propio sistema político-económico y de su enmarañada legislación. Y está en nuestra santa tradición. Recuerden que Judas hizo lo que hizo por 30 monedas de plata, equivalente a 3 o 4 mil dólares. Nuestro sistema no será el mejor, pero es el menos malo. La única diferencia es que hoy en día existe libertad de prensa. La corrupción fue mayúscula durante las dictaduras de Velasco y la de Odría, pero los periodistas terminaron expatriados y no existían redes sociales. En el vecindario, los autodenominados “gobiernos de izquierda” terminaron más embarrados que palo de gallinero: Lula, Chávez-Maduro, Correa, los esposos Kirchner y hasta Bachelet. También es una verdad a medias afirmar que todos nuestros males son herencia hispana. Las célebres sentencias incas “ama sua, ama llula, ama quella” fueron proclamadas precisamente porque existían estos delitos.