"Si a la crisis política vigente se suma la quiebra del estado de gracia del fujimorismo, se produce un vacío político enorme que los llamados a llenar no están atendiendo con la celeridad".,Escribe: Juan Carlos Tafur En las últimas dos circunstancias críticas del país, los sucesos del caso Lava Jato, cuyo mayor impacto político fue la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia de la República, y éste último vinculado a audios que ponen de relieve la pavorosa corrupción de nuestro sistema de justicia, las voces del centro han brillado por su inexistencia. Julio Guzmán, Alfredo Barnechea y César Acuña no han sido capaces de representar a sus electores haciendo notar su voz orientadora, ni han logrado, a partir de algún protagonismo político, conquistar a eventuales nuevos adherentes. La crisis los ha pasado por encima sin que hayan podido capitalizar el serio revés que viene afectando al fujimorismo, su gran adversario electoral a futuro. La irritación ciudadana crece y exige representación. Si ella no se produce, la población se va a acercar a las urnas con el mismo ánimo desbordado con el que dos hermanos, hartos y desesperados, son capaces de atentar con explosivos contra una clínica porque fueron víctimas de su negligencia. Si a la crisis política vigente se suma la quiebra del estado de gracia del fujimorismo, se produce un vacío político enorme que los llamados a llenar no están atendiendo con la celeridad e integridad necesarias. El centro viene perdiendo por walk over. Keiko Fujimori ha logrado convertir una opción política que se asomaba como dominante –a despecho de sus consecutivas derrotas electorales– en una organización sectaria, aislada; igual con arraigo, pero ya no central. El fujimorismo ha reproducido el espacio histórico del tercio aprista, que mantuvo con vida al partido fundado por Haya de la Torre, pero que le impidió llegar al poder por el rechazo del resto del país. El 2021 en particular no parece abrir un espacio de regeneración fujimorista. Por el contrario, el arrinconamiento conservador de Keiko Fujimori la conduce a una nueva derrota y a la pérdida de sectores sociales importantes y no sólo de las élites. Guzmán y Barnechea parecen confiar en que las encuestas los califican relativamente mejor que al resto y, sobre todo, que la gran rival naranja. Según IPSOS, efectivamente la lideresa de Fuerza Popular tiene un nivel de desaprobación de 74%, mientras que Guzmán apenas roza el 54% y Barnechea el 59%. Pero lo que no parecen considerar ambos es que esas cifras son engañosas y esconden un hecho determinante: son desconocidos para mucha gente. Mientras solo el 7% no opina sobre Keiko Fujimori, un 23% no lo hace por Guzmán y un 26% por Barnechea. Si hacemos un ejercicio estadístico y retiramos a la gente que dice no conocerlos o no despertarles aprobación o rechazo, aparecen cifras sorprendentes: Keiko Fujimori tendría un alto 79% de desaprobación, pero Alfredo Barnechea exhibiría el mismo porcentaje (79%) y Julio Guzmán estaría muy cerca de ellos, con 70%. Al centro peruano le va a pasar lo que a Kerensky y los mencheviques rusos. No solo tenían mayor representación que los bolcheviques sino que, inclusive en términos marxistas, eran los llamados a liderar el proceso histórico de Rusia (correspondía una revolución burguesa, no una comunista). Pero su parsimonia y falta de visión hizo que el desplome del zarismo recalara en favor de los ultras del momento. Guzmán y Barnechea tampoco se la están jugando en las venideras elecciones municipales y regionales, una suerte de primera vuelta adelantada de las presidenciales del 2021. Guzmán ha decidido no participar y Barnechea ni asoma para respaldar a sus candidatos. Acuña en ese sentido, la ha visto mejor: de tener un resultado promisorio, podría sacarles varios cuerpos de ventaja a sus rivales del centro (es además mucho más fácil que un votante fujimorista recale en el acuñismo antes que en los morados o en Acción Popular). A este paso, el inevitable trasvase de votos del fujimorismo –que parece empeñado en hacer implosión– no recalará en los naturales herederos de esta crisis política, los portavoces del centro. Gracias a la indolencia de nuestra clase política centrista, los frutos del desprestigio de la derecha peruana, en su versión tecnocrática (PPK) y su versión populista (Keiko), serán cosechados por otros, los votos desgajados se irán de largo hacia quienes proponen hacer estallar el tablero. -La del estribo: check obligatorio para leer, hasta el momento, de la FIL: H&H, de Marco Sifuentes; la reedición de Ciudadanos sin República, de Alberto Vergara; Ecos de Huarochirí, editado por Gonzalo Portocarrero; y, de todas maneras, Había una vez una peruana.