Ella y el Perú pierden mucho por la vocación por el atajo. ,La frustración de la expectativa de que Keiko Fujimori (KF) actuara en línea con el discurso que dio en Harvard implica que el neofujimorismo que ella encarna aún no ha podido insertarse a la política peruana con un espíritu democrático, algo que, sin duda, sería muy positivo para el país. En octubre 2015, en The David Rockefeller Center for Latin American Studies de Harvard, KF hizo anuncios con los que quiso efectuar un quiebre con el régimen de su padre: “Cometimos errores graves (...), aprendimos de ellos y no permitiré que jamás vuelvan a repetirse”; “la re- reelección debilitó a las instituciones democráticas”; “el trabajo de la CVR ha sido positivo para el país”; “estoy a favor de la unión civil para compartir derechos patrimoniales”. En términos generales, ese fue su discurso en la primera vuelta, pero todo cambió cuando la segunda vuelta se le complicó, cuando perdió la elección y, luego, durante todo el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. KF perdió la elección, pero más grave es que perdió la oportunidad de demostrar que era una gran política, con capacidad de sobreponerse, con altura, a una derrota, y de realizar una oposición constructiva en beneficio del país, con grandeza y generosidad. En vez de eso, KF se asomó con un comportamiento político que hace recordar lo peor de lo que sucedía en el gobierno de su padre. Sacarle la vuelta a la constitución para anteponer el interés personal al colectivo; atacar a la prensa; conformar –con recursos públicos desde el congreso– un ejército de agentes al mando de oficiales fujimontesinistas, así como fujitroles para demoler reputaciones de quienes sean incómodos; amenazar y pretender perforar a instituciones como el TC, el ministerio público o la ONPE; legislar para el beneficio particular como con las cooperativas; o usar las comisiones para la lavandería y la persecución política. Quizá la única diferencia con el fujimorismo de los noventa sea un enfoque populista en economía. Y todo puesto en marcha con una bancada parlamentaria en donde varios congresistas encarnan los mismos roles de los que tenía el fujimontesinismo en los noventa. Todo eso explica la pobre aprobación de la opinión pública a KF. Aunque no sea un factor que, necesariamente, determine que ella vaya a perder la elección del año 2021, lo lamentable es que para el país sería crucial que una agrupación política del tamaño e importancia de FP se orientara a fortalecer la democracia, en vez de –como lo hace cotidianamente– demolerla.