El manejo de la herramienta puede alcanzar un enorme grado de virtuosismo, dependiendo del oficio, de la habilidad y la sensibilidad de quien la usa.,La relación entre los seres humanos y sus medios de trabajo tiene profundas implicaciones en la definición no sólo de la estructura económica sino del orden social que la acompaña. Los principales medios de trabajo son las máquinas y las herramientas. Las herramientas son objetos inertes hasta que el hombre las toma para realizar su trabajo y vuelven a su estado inerte cuando él las abandona. El hombre anima a la herramienta y ésta es su instrumento, que en sus manos adquiere vida. El manejo de la herramienta puede alcanzar un enorme grado de virtuosismo, dependiendo del oficio, de la habilidad y la sensibilidad de quien la usa. Un fabricante de violines, Antonio Stradivari, fabricó hace más de tres siglos instrumentos tan perfectos que con toda la ciencia y tecnología acumulada desde entonces ha sido imposible crear instrumentos iguales, ni menos superiores. Los violines Stradivarius son invaluables y siguen produciendo música en manos de grandes maestros. Para Marx, el artesano, con la herramienta sometida a su dominio y su voluntad, produce obras que objetivan sus cualidades personales y su genio creativo. La herramienta es su instrumento, y él le imprime su ritmo, su respiración, la sensibilidad de su tacto. La acción del artesano mismo es una objetivación de lo propiamente humano. El artesano se realiza en su producto, que exterioriza su personalidad, sus cualidades, su singularidad, su creatividad, su genio. Es distinta la situación en la sociedad industrial donde el obrero es sometido por la máquina. No es él quien marca el ritmo de trabajo sino debe adecuarse al ritmo de esta. La máquina por otra parte le expropia su capacidad creativa. No hay nada de aporte personal, intelectual o de sensibilidad en el manejo de las palancas y los botones de la máquina industrial que maneja el obrero, ni sucederá nada imprevisible o extraordinario, fruto de un chispazo de su genio. El obrero es mutilado en sus facultades creativas y reducido a la condición de ejecutor de tareas simples, monótonas y repetitivas, continuamente, por días, meses, años. Para Marx, el trabajo es la actividad humana por excelencia y a través de ella el trabajador objetiva su humanidad. Pero el trabajo del obrero en la sociedad industrial es un trabajo alienado, ajeno. Su trabajo no es suyo, le ha sido enajenado y se erige ante él como una potencia externa. Por eso el trabajador ve su tiempo de trabajo como una maldición, impuesta por la necesidad de obtener el dinero con qué adquirir los medios de vida que necesita para reproducirse social y biológicamente, comprando con su trabajo –la actividad en la que debiera objetivar su humanidad– los medios de su deshumanización (alcohol, tabaco, prostitutas; inevitable pensar en los campamentos mineros de oro de Madre de Dios). La máquina, por otra parte, lo objetiviza; el trabajador deja de ser un sujeto, un individuo creativo, pensante, con iniciativa, y es convertido en una pieza más, fácilmente reemplazable, junto con las otras herramientas y piezas que componen el sistema de la maquinaria. La alienación del trabajo resultante es una de las razones más poderosas por las cuales Marx considera que hay que acabar con el capitalismo y abrir el camino a un orden más humano, donde el trabajo sea desalienado, en tanto trabajo libre, realizado por el trabajador como una forma de expresar su humanidad, y no obligado. El trabajo liberado de la compulsión de la necesidad constituye para Marx la oportunidad de expresar la humanidad de los seres humanos, su creatividad, su ingenio, su inventiva, su alegría. Varias cosas están cambiando hoy y las ciencias sociales deben tomar nota. La transición al capitalismo informacional trae interesantes cambios: 1) el medio de trabajo fundamental de esta fase histórica es la computadora, 2) esta no es una máquina sino una herramienta, y 3) la relación entre ésta y los trabajadores que la usan se asemeja más a la del artesano con su herramienta que a la de un obrero industrial con la maquinaria de su patrono. La computadora constituye una extensión del cerebro humano: tiene una memoria en la que puede ingresarse una cantidad de información cada día mayor y mecanismos para organizarla, procesarla, recuperarla, realizar operaciones lógico-matemáticas, construir representaciones, simulaciones, modular procesos (manejando una máquina, por ejemplo), etc. Es una herramienta multifunción (como lo es la célebre navaja del ejército suizo) con una flexibilidad inagotable. Su uso exige iniciativa, creatividad, ingenio, atributos distantes de lo que el capitalismo industrial demanda a los obreros. De ahí derivan cambios en la estructura de las clases sociales que es importante analizar.