Convencer a las mayorías de que eso de que la democracia es el menos malo de los regímenes posibles no es un cliché.,Los psicoanalistas le llamamos el retorno de lo reprimido. Pero la idea de la parte reprimida no da cuenta cabal del fenómeno que nos acecha: la regresión de la democracia hacia formas de autoritarismo actualizadas en el siglo XXI. El informe de la revista The Economist que da cuenta de este deterioro a nivel mundial, ha sido citado por Fernando Rospigliosi y Juan José Garrido en El Comercio, y por La República en su editorial del último domingo. En grandes potencias como Rusia, China o EEUU, se observan diversas modalidades de una involución hacia una concentración del poder en caudillos y fuerzas económicas dominantes. Asimismo, en países de nuestra región, como Nicaragua y Venezuela, cuyo modelo es la dictadura cubana. El Perú, como es evidente, está bajo amenaza de retornar a esa caverna que algunos creían atrás para siempre. Vemos a diario cómo nos acercamos a esa oscura concavidad en donde impera la ley del más fuerte. Pese a su creciente impopularidad, el congreso fujimorista, con el apoyo del APRA y algunos entusiastas de otros partidos, no ceja en su intento de retroceder en conquistas democráticas tales como la libertad de prensa, el respeto de los derechos de los más desprotegidos o la laicidad del Estado. Como bien dice en una entrevista en este diario Ricardo Cuenca, el currículo es hoy un campo de batalla. Tal como lo es la construcción de la memoria, y por eso la “idea”, fraguada entre Galarreta y Castañeda, de un parque temático para contrarrestar al LUM y en general todo lo avanzado desde el informe de la CVR, forma parte de la misma arremetida. Si bien es necesario tomar en cuenta este síntoma regresivo y este intento de volver a copar las instituciones políticas, judiciales y educativas, no es menos importante preguntarse porqué está ocurriendo otra vez lo que ya conocimos –y derrotamos– en la década de los noventa con Fujimori y Montesinos. Si no hubiera un inmenso malestar con la situación actual, sería menos probable que esto prospere. Siempre habrá, como en todo grupo humano, sea pequeño o masivo, sectores proclives al autoritarismo, al comando de un jefe (a) idealizado por variadas razones. Desde un supuesto liderazgo hasta una imaginaria superioridad. Pasando, como es nuestro caso, por una sucesión dinástica y un pensamiento mágico: si su padre puso orden en una sociedad en caos o con graves insuficiencias, la hija puede hacer lo mismo. Nótese que en esa transferencia, como decimos en mi oficio, se pierde la capacidad de análisis crítico. Ese es uno de los mayores desafíos que enfrenta el Gobierno de Vizcarra. Convencer a las mayorías de que eso de que la democracia es el menos malo de los regímenes posibles no es un cliché. Que el autoritarismo implica abdicar de los derechos ciudadanos y abre las puertas de par en par a la corrupción. El problema es que la corrupción ya está viviendo en casa y no se ve mucho trabajo para combatirla. Por eso Fuerza Popular apuesta a seguir insistiendo con su política de tierra arrasada, digan lo que digan las encuestas.