El cachaciento ex general Urresti, siempre simpático con los periodistas, antifujimorista acérrimo, veloz para el sarcasmo… es también perverso.,El día de ayer lunes se realizó el careo entre Ysabel Rodríguez Chipana, testigo del caso del asesinato del periodista Hugo Bustíos y el acusado, Daniel Urresti, en la Sala Penal Nacional. Ella es testigo clave porque pudo ver, según su testimonio, el momento en que el “Capitán Arturo” escondido detrás de una casa disparaba contra Bustíos. Más allá de la veracidad del testimonio como prueba de la responsabilidad del Capitán Arturo, lo que se puso en juego durante el careo fue, una vez más, las grandes diferencias entre los peruanos. Un careo es una situación de extrema tensión. La formalidad del derecho procesal peruano exige que los dos testimonantes cuyas historias difieren, deben pararse uno frente al otro, para contraponer sus argumentos y recuerdos. No olvidaremos nunca cuando Matilde Pinchi Pinchi se enfrentó a Vladimiro Montesinos y él, queriendo denigrarla, le hizo recordar que le llevaba libros Coquito para que aprenda a escribir. Como si ser analfabeta fuera más vergonzoso que ser el cancerbero del muladar en que este individuo convirtió al Perú. En el careo de ayer, por un lado, teníamos a este hombre blanco, criollo, ex general, ex ministro, con educación superior y 313,354 seguidores en Twitter y, por otro lado, a una mujer del campo, pobre, quechuahablante, con naturales errores de expresión oral, treja, con la frente en alto, sin acceso a internet, ni Facebook ni Twitter, y sin educación superior. Un hombre que, a pesar de usar una muleta, no dudaba en levantar el dedo índice para señalar directamente a Ysabel: “mentirosa, está mintiendo: tú eras terrorista y recién te arrepentiste en 1994”. Ella le contestaba: “A mí Sendero Luminoso me ha quitado mi terreno. Yo he sido de autodefensa; yo construí el muro del cuartel… ¡cómo me va a llamar terrorista!". La jueza hace una diferencia en la forma cómo les llama la atención a ambos. A Daniel Urresti, que levanta la voz y pretende imponerse con desdén sobre la testigo, la jueza le hace recordar que una persona con instrucción superior debe de comportarse adecuadamente, sobre todo, teniendo en cuenta “el grado cultural de la testigo”. A Ysabel Rodríguez, en un momento que debe llamarle la atención, la grita. Ni siquiera apela a su (supuesta) función tutelar para tratarla como a una niña, lo que ha hecho durante toda la mañana, simplemente le falta el respeto con un grito. A ver, Miluska Cano intentó ser paciente y no pudo, pero lo que tampoco hizo fue solicitar un traductor del quechua para una persona que, sabiendo castellano, no tiene la misma fluidez del ex General Urresti. En otras palabras: este careo permitió hacer transparente ante la ley las diferencias, no de “grado cultural” sino de sesgo de los procesos, espacios y demás lugares donde se ejerce la justicia. Conozco a la gente que trabaja el tema de interculturalidad en el Poder Judicial: son excelentes. Pero sin voluntad política de los propios jueces solo es una oficina más. En un momento, casi gritando, Urresti le dice a Ysabel Rodríguez, mirándola con desprecio: “Tú sabes bien de eso, cómo se mata”. Ahí está: el cachaciento ex general Urresti, siempre simpático con los periodistas, antifujimorista acérrimo, veloz para el sarcasmo… es también perverso. La maquinaria militar ha dejado sembradas en su identidad esos toques de maldad.