Según diversas versiones, la decisión de Pedro Pablo Kuczynski de indultar a Alberto Fujimori tuvo un importante respaldo en una encuesta de Ipsos, que pronosticaba un significativo apoyo social a la liberación del reo. Como sabemos, apenas se hizo pública la noticia se desató una airada reacción ciudadana que no ha cesado desde entonces. A horas de la Nochebuena se armó una movilización de protesta a la que hasta ahora le han seguido tres más, cada una más numerosa que la anterior. Aun así, Ipsos siguió registrando un mayoritario apoyo al indulto al cerrar el año 2017: 56% a favor, contra 40% en contra. Por eso llamó la atención la encuesta de Datum que constató que la popularidad de PPK se había desplomado descendiendo a 20%, el nivel más bajo de todo su gobierno, mientras su desaprobación se elevaba al 75%. Las movilizaciones de la semana pasada también van a contrapelo del panorama descrito por Ipsos: la marcha en apoyo al indulto convocada por Kenji Fujimori fue raleada, estimándose generosamente que tuvo 7 mil asistentes, a pesar de que, según la encuesta de Datum, Kenji ha superado en popularidad a su hermana (35% contra 28%), y se puso buses, se regaló gorritos, polos, pancartas, globos, almuerzo y otros. El nivel de comprensión de los participantes acerca del sentido de la movilización fue patéticamente ilustrado por la tragicómica intervención de las señoras que, ante la representación de un Abimael Guzmán en traje a rayas encerrado en una jaula, lo confundieron con Alberto Fujimori y corrieron a liberarlo. La manifestación convocada el 11 en contra del indulto, en cambio, convocó a más de 30 mil manifestantes, movilizados con sus propios recursos, en muchos casos premunidos de banderolas y pancartas fabricadas artesanalmente, por iniciativa propia, a diferencia de los materiales impresos desplegados por los fujimoristas. La realidad termina imponiéndose. El domingo 14 se informó en el diario Trome que Ipsos realizó una nueva encuesta, con trabajo de campo entre los días 10 y 12 de enero, constatando un aumento del rechazo al indulto, de 40% 43%, y un descenso de la aprobación al mismo: de 56% a 53%. Se reduce la diferencia entre aprobación y desaprobación en 6 puntos. Más allá de lo que dicen las encuestas, parece evidente que el nivel de compromiso de quienes están contra el indulto es bastante mayor que el de aquellos que lo aprueban. Esto debilita la posición de Kenji en su enfrentamiento con su hermana Keiko, lo cual debe haber influido en la intransigencia con que los keikistas han tratado a sus seguidores en el Parlamento. Se argumenta que el indulto dado por PPK a Fujimori legitima el pedido de vacancia que formuló el Frente Amplio conjuntamente los apristas y los fujimoristas. Es bueno imaginar el escenario político que enfrentaríamos si la iniciativa de Marco Arana hubiera tenido éxito y el día 21 de diciembre PPK era vacado. El escenario previsible sería de una fuerte polarización entre quienes considerasen que las evidencias de corrupción de PPK y sus mentiras justificaban la vacancia y quienes veían su destitución como una maniobra del Apra y el fujimorismo, organizaciones probadamente corruptas que solo por oportunismo podrían presentarse como moralizadoras para destituir al presidente acusándolo de faltas que para ellos son una práctica cotidiana. Una vacancia express apresuradamente ejecutada, sin garantías para la autodefensa, ni reconocerle al acusado el derecho a la presunción de inocencia habría convertido, ante un importante sector de la opinión pública peruana, a PPK en una víctima. Con un país así dividido, la izquierda habría quedado del lado equivocado del tablero, como el furgón de cola del fujimorismo y del aprismo, los interesados en precipitar una crisis de gobierno que les permitiera ejecutar el control de daños cuando el caso Lava Jato adopta un curso potencialmente muy peligroso para sus intereses. Como sabemos PPK no fue vacado, traicionó su promesa de no liberar a Fujimori, festinó trámites para otorgar el indulto express e intercambió con Kenji los votos que le permitieron continuar en el poder, entregando a cambio la liberación de Alberto Fujimori. Estamos ante un escenario en que no hay ninguna ambigüedad. PPK no es la víctima desavisada de un complot aprofujimorista para vacarlo, sino un traidor y mentiroso que ha liberado a un asesino y ladrón. Así, la lucha por la anulación de ese indulto infame es perfectamente coherente con la legitima exigencia de que su artífice sea echado del poder.