Pedro Pablo Kuczynski no va a renunciar. Más bien va a tratar de aprovechar las oportunidades que le da haber producido el polémico indulto. Esto significa poner a prueba la fuerza del antifujimorismo, al cual Fernando Rospigliosi ha llamado hace poco el partido más fuerte del país. En esta puesta a prueba no hay muchos que le arrienden las ganancias a PPK. ¿Qué es lo que irrita en el indulto además de la percepción de injusticia y de festinamiento de trámites? Evidentemente la fuerte sospecha de que se está estableciendo un nuevo panorama político, que podría borrar de un plumazo la confrontación de fondo de la elecciones del 2016. El sentimiento es que PPK le ha birlado esa ajustada victoria a una parte de quienes lo apoyaron, sobre todo quienes lo hicieron a desgano. Pero quizás hay ganadores, aparte de un PPK costosamente librado de la soga al cuello de noviembre-diciembre. La división de Fuerza Popular y el debilitamiento de PPK le van a dar algún tipo de oxígeno a los partidos que sepan aprovecharlos. Sobre todo para resolver conflictos internos paralizantes, que están por todo el espectro ideológico. Sin embargo, de cara a la política externa a los partidos hay dos tipos de cálculo vigente, pues la nueva coyuntura tiene dos salidas contrapuestas. Una pasa por la adecuación, con gusto o a disgusto, al nuevo statu quo y dan tiempo para ir recuperando lo perdido, o fortaleciendo lo avanzado, en las pasadas elecciones. La otra pasa por el desmoronamiento del castillo PPK y una expedición de pesca a las nuevas elecciones que vendrían, probablemente muy parecidas al pulseo del 2016, aun sin pepecuyes a la vista. Esa temporada de pesca adelantada ayudaría a los marginados, por votos o por la ley electoral aplicada por el JNE, de la pasada elección. Pero están más bien tranquilos. A ojo de buen cubero, los indignados de esta hora no tienen fuerza ni proyecto para derribar a PPK. Por su parte PPK no tiene nada que perder manteniéndose aferrado a una presidencia, aun si esta se llegara a precarizar aun más. Finalmente es no darle gusto a la mototaxi. Aun si su acercamiento al fujimorismo avanza, PPK 2018 no es ni remotamente Alberto Fujimori 2000, aunque lo lleve a cuestas.