La violencia de Abraham Valencia ha saltado a los medios de comunicación: una situación que, a la gente de izquierda en este país, nos ha dolido y encolerizado al mismo tiempo. El dolor es por nuestra empatía inmediata con Parwa Oblitas y Laura Arroyo, ambas mujeres extraordinarias, de una sensibilidad, inteligencia y compromiso con la justicia y un activismo decidido contra las diversas desigualdades. Ambas jóvenes han sido mis alumnas y puedo dar fe de una fineza, calidad y distinción en las dos que, en verdad, me llena de orgullo, más aún ahora que han demostrado valentía y coraje. La cólera es por la conducta de Abraham, de doble moral, marchando contra la violencia de género y activándola en su vida privada. ¿Es él un enfermo? No, claro que no, es un hijo sano del machismo; aquel machismo que atraviesa las clases sociales, los tintes políticos, los credos religiosos; la costa, la sierra y la selva. Y eso no lo exime de su tremenda responsabilidad. Preocupa la reacción de algunos varones: los de derecha de inmediato salieron a escupir sobre la tumba; algunos de izquierda a aplaudir la valentía de haber reconocido sus “errores”. Otros, terciaron, parándose de costado y mandando mensajes ambiguos en las redes sociales como “todo mal”. Otros, felizmente, exigen que esto no puede quedar así y que es preciso poner en evidencia que dentro de la izquierda hubo, hay y esperamos que no haya, machitos que ejercen lo peor de su resentimiento y poder dentro de sus relaciones de pareja o familiares. Parwa termina su post de autoconfesión diciendo lo siguiente: “Sé que esto traerá consecuencias, pero lo personal es político”. Al respecto Sinesio Lopez Jiménez ha contestado en Facebook: “Es muy discutible el planteamiento de que lo personal es político. Esa es una perspectiva peligrosamente totalitaria. El mundo moderno, desde la monarquía absoluta en adelante, inventó una estrategia de tolerancia que consiste en separar en nuestro cuerpo lo público de lo privado […] El mundo sería invivible si todo lo privado y lo íntimo saliera a luz. Sería la guerra de todos contra todos. Hay que luchar y derrotar el machismo respetando esta estrategia de tolerancia”. Pero, con todo respeto y tolerancia, puedo asegurar que el profesor de la PUCP está totalmente equivocado. ¿En qué momento “lo personal es político” se (mal) tradujo a “lo privado es público”? Lo personal es político no implica borrar las fronteras entre lo público y lo privado. Esa es una sobre-interpretación. Lo personal es político implica que el poder es una estrategia que se pone de manifiesto en el ámbito de lo íntimo, incluyendo el amor o lo que podemos calificar como amor. Son las relaciones de poder que permean lo más íntimo de cada quien y, por lo mismo, no podemos esconder en el ámbito “privado” lo que también implica discriminación, violencia y desigualdad. Eso no significa que se borren las fronteras entre lo público y lo privado. No, simplemente, como decía Adrianne Rich: “esa caricia es poder”. Hay que entender que la vida privada está estructurada desde el poder y debemos de deconstruir esos micropoderes en las relaciones personales para poder caminar hacia la equidad y la justicia.