Los cambios electorales que viene haciendo el Congreso muestran que carecemos de una élite política capaz de entender, enfrentar y resolver los desafíos que la actual crisis política nos plantea. Esta crisis no toca solo al sistema electoral sino que se extiende al sistema de partidos y a la forma de gobierno. Su solución requiere una propuesta de conjunto que permita una articulación adecuada de estos tres elementos del sistema político. Las mejores reformas parciales son las que nacen de una propuesta global de reforma política. Los cambios actuales son parciales y desarticulados porque carecen no solo de una perspectiva global de reforma política sino también de una propuesta coherente de reforma electoral puesto que se rechazó aquella que había logrado desarrollar la comisión presidida por la congresista Donayre. La formulación de una propuesta de reforma global requiere discutir previamente tres temas fundamentales del sistema político: las crisis de representatividad y de representabilidad y las posibles formas de resolverlas, las deficiencias de la democracia que tenemos y las posibles modalidades de construir la democracia que queremos, los problemas de gobernabilidad que traban la eficiencia y la estabilidad de los gobiernos y las probables salidas para superarlos. Un esclarecimiento fundamentado de estos temas ayuda a diseñar mejor tanto la reforma política global como la reforma electoral. Los cambios electorales hasta ahora diseñados por el Congreso configuran, no una reforma electoral, sino una contrarreforma política que tiene las siguientes características: Primera, la construcción de un sistema político elitista y cerrado que bloquea las posibilidades de renovación de un sistema político agotado. Los partidos que se inscribieron con cien mil firmas exigen a los nuevos cerca de ochocientos mil adherentes y convierten, de ese modo, a la política en coto cerrado de colapsados “partidos” caudillistas, algunos de los cuales siguen en la arena política gracias a los favores del anterior JNE. Esta cerrazón elitista es reforzada con la maniobra insensata de exigir tres años de militancia a los futuros candidatos a la presidencia. Segunda, se mantiene una competencia electoral injusta y abierta a la corrupción debido a la aceptación del financiamiento privado de las campañas electorales. Los beneficiados con el financiamiento privado son, además de los canales de TV y las cadenas radiales, los partidos de derecha y los mismos financistas privados que buscarán recuperar con creces la inversión hecha en las campañas una vez que sus candidatos favoritos accedan al gobierno. La política sigue siendo un negocio para los políticos y para los financistas de las campañas electorales. Tercera, la configuración de un sistema electoral confuso y costoso. La mayoría congresista potencia el error de García que estableció la segunda vuelta para aquellos casos en los que ningún candidato regional alcanzara el 30% en la primera vuelta. La legitimidad por desempeño no depende de la legitimidad de origen sino de la capacidad de dirección y gestión de los gobernadores, del equipo técnico que los apoya y de los recursos que dispone.