Uno. Es preocupante ver cómo la ambigüedad de normas constitucionales y legales que regulan la relación entre Ejecutivo y Congreso abre la posibilidad de interpretaciones diversas que pueden dar lugar a entrampamientos peligrosos. Esta vez circuló la versión de que el Congreso interpretaría la cuestión de confianza en forma restrictiva para rechazar el pedido de Fernando Zavala. Al final no sucedió pero, ¿de darse una divergencia quién la solucionaría? ¿Cómo llegar al Tribunal Constitucional para que decida sobre el tema? ¿Cuánto tiempo pasaría? No es un asunto menor, menos en vista de que probablemente habrá nuevos conflictos entre poderes. En toda democracia constitucional existe ambigüedad y se dan debates sobre la interpretación de los artículos de control político, recuerden si no lo que fue el proceso de impeachment a Bill Clinton. Pero en el Perú estas ambigüedades se engarzan con la debilidad de actores políticos con horizontes de tiempo muy cortos. En esas condiciones es difícil construir interpretaciones razonables, generales, y más bien se busca imponer lecturas que benefician intereses inmediatos. Esta vez la interpretación de la confianza que se adoptó parece adecuada. Pero el episodio debería llevar a una discusión más amplia, con aportes de expertos de historia constitucional y derecho comparado, que ayude a prevenir el tipo de interpretaciones absurdas que se darán al calor de un conflicto político. Dos. ¿Fue la confianza una jugada inteligente del Ejecutivo? Les soy franco, no lo sé. En lo inmediato, no parece una mala idea. Era claro que este gabinete tenía poco oxígeno. No tomar alguna medida frente a la amenaza de censura era continuar cayendo sin pena ni gloria. Un gobierno débil puede así buscar un segundo aire, recuperando algo de popularidad. Se muestra firmeza frente a una oposición que buena parte de la población percibe como obstruccionista. No olvidemos que si algo es más detestado por la opinión pública que al Ejecutivo es el Congreso. Probablemente las próximas encuestas vean una ligera subida de popularidad. El problema es que una medida de este tipo requiere creatividad para que constituya un real cambio de juego. Debe construirse una identidad que defina un rumbo nuevo. Este Ejecutivo no ha mostrado esas habilidades y parece difícil que el Presidente pueda o quiera convocar ministros distintos a los que ha perdido. El fujimorismo ha logrado enmarcar al gobierno como pituco, lobista y desconectado de la población. Si bien ese discurso es muy peligroso, y en varios casos injusto, el gobierno debería reconocer que los ataques funcionan en parte por sus propios errores, su ausencia de identidad y por el perfil de ministros que ha nombrado. Entonces, si todo sigue igual, no veo capacidad para aprovechar la oportunidad que abre la caída del gabinete. Tres. Muy vinculada a la evaluación anterior está la pregunta sobre quién ganaría con la disolución del Congreso. Para que el nuevo gabinete gane más estabilidad es necesario que el fujimorismo tema esta disolución. Y hoy esa perspectiva no es tan terrible para los naranja. Sí, pueden perder su holgada mayoría, pero su mayor presencia territorial, contar con congresistas que han alcanzado cierta presencia, y la debilidad de sus rivales, debería darle una bancada mayoritaria o cerca de la mayoría. No me parece para nada claro que el Ejecutivo se haya blindado. El gobierno, por su lado, podría beneficiarse si ve la elección como una suerte de plebiscito, construyendo un discurso de unidad nacional y buscando una representación amplia. Cosa difícil, claro, si hasta ahora el gabinete y el partido PPK no funcionan como equipo. Con todo, la lista congresal del Ejecutivo podría ganar de la polarización con el fujimorismo y aumentar su tamaño. Difícil que le vaya peor. APP puede repetir estrategia y seguir más o menos igual. Y quizá haya actores fuera del Congreso con registro que puedan aprovechar la oportunidad. Los que sí parecen perder, sea por debilidad o falta de inscripción, son otros grupos políticos en el Congreso: Acción Popular y el APRA sin figuras llamativas; las Izquierdas divididas y la más atractiva electoralmente sin registro. Estos grupos deberían pensar con urgencia cómo posicionarse para no ser licuados de producirse una elección.