Durante más de 70 años hemos vivido con dos ideas disuasivas: a. quienes lancen un ataque con bombas nucleares serán también ellos destruidos por las del enemigo y b. una guerra nuclear destruirá el mundo como lo conocemos. Esto fue efectivo para ponerle un límite a la guerra y producir una paz atómica tensa pero real. Ahora, a apenas 800 km de donde cayó la bomba de Hiroshima en 1945, las dos ideas están siendo desafiadas por el dictador de un país empobrecido y sobrearmado. Kim Jong-un es hoy la voz cantante en una escalada de amenazas militares con sus misiles nucleares ubicado al centro. Las crisis que viene produciendo son cada vez más globales. En estos 70 años un ataque nuclear desde un país a otro fue considerado prácticamente imposible. Más temible fue en los últimos tiempos la posibilidad de un mini-artefacto nuclear adquirido y transportado por un grupo terrorista. Pero aun eso todavía es considerado demasiado atroz para aparecer en el radar de los peligros inminentes. Desde que Donald Trump llegó al poder el peligro ha aumentado. Esto se puede atribuir a su estilo desafiante, o a la insistencia de Corea del Norte en avanzar hacia un poderío nuclear capaz de pasar de la disuasión al ataque. En cualquier perspectiva Kim y Trump son el peor par posible para buscar una salida al problema. El mundo está cada vez más nervioso. Pero quienes están realmente aterrados por la crisis son los 50 millones de habitantes de Corea del Sur y los 127 millones de Japón, cuyo espacio aéreo ya viene siendo cruzado por los misiles de Pyongyang. Comprensiblemente, ya están ensayando respuestas militares defensivas. El escenario más aterrador es el de un Kim simplemente loco empeñado en inmolarse en un incendio nuclear. El más tranquilizador (si esa es la palabra) es que Kim en el fondo está llevando adelante una estrategia de armarse hasta los dientes para evitar que le pase algo parecido que a su colega el dictador Saddam Hussein. Pero en verdad no importa el escenario si este nos va a llevar al borde de una guerra nuclear. ¿Y la pregunta del título? No, Kim no es un caviar, es más bien un curtido estalinista.