No solo el oleaje está anómalo en estos días. La situación frente a la huelga del ala izquierda magisterial también es muy extraña. En lugar de cerrar filas, o al menos mantenerse neutral en el tema, la mayoría del Congreso ha escalado el acoso coyuntural a la ministra de Educación. Esto debilita al gobierno frente al problema. Así, lo que sucedía dentro del Congreso hace un par de días en el interrogatorio a Marilú Martens se parecía a su manera a lo que sucedía afuera con huelguistas intentando tomar por asalto la Plaza de la Inquisición. Al final del día Pedro Pablo Kuczynski tuvo que salir a la TV a reforzar un poco la línea de acción de su ministra. No sorprende, pues, que los huelguistas intransigentes hayan hecho tanto esfuerzo por marchas hasta el Congreso, pues allí están en estos días algunas de las fuentes de su fuerza en las calles. Muchos de los objetivos de esas marchas pueden ser logrados mediante leyes oportunistas del propio Congreso. A estas alturas es público y notorio que lo que está en juego no es solo un aumento salarial mayor al ya concedido, sino también el reconocimiento oficial del ala radical. Con esto se acercaría a la Derrama Magisterial, reforzaría su paralelismo frente al Sutep-Patria Roja, y daría un paso en el desmantelamiento de la reforma educativa. Sin duda la perspectiva de un Ejecutivo derrotado y un radicalismo triunfante serviría a los intereses coyunturales de Fuerza Popular. Incluso serviría a algunos intereses particulares en torno del negocio educacional. Pero a plazo más largo les complicaría las cosas a todos los partidos del actual Congreso, y no solo en lo educacional. Los sectores radicales nunca se van a encontrar con otro Ejecutivo tan claramente ubicado entre la espada y la pared, atacado por la espalda desde la derecha parlamentaria y tan sometido al desgaste. Lo cual sugiere que la huelga todavía va a durar un tiempo, básicamente el que dure la atención de los medios. Un trío de tendencias posibles: expansión de la ultraizquierda, reactivación de conflictos latentes y aparición de nuevos, probablemente en universidades; radicalización de la izquierda más moderada, para defender sus espacios; izquierdización de las elecciones del 2018, y quizás lenta fabricación de un nuevo outsider para el 2021.