Una proposición de Hegel, que Marx hacía suya, afirma que la verdad está en el todo, y es ese “todo” la primera víctima de los enfrentamientos que hoy desgarran al hermano pueblo venezolano. Hay dos versiones cerradas y monolíticas sobre lo que sucede en Venezuela. Para la primera un gobierno usurpador, corrupto, autoritario y criminal ha llevado a Venezuela al desastre y ha obligado a cientos de miles de venezolanos a huir de su patria porque no tienen cómo sobrevivir al desabastecimiento y la violencia estatal. Se trata ahora de restablecer la democracia, previo derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro, y devolver el gobierno de Venezuela a los buenos venezolanos, agrupados en los partidos de la oposición. Para la segunda versión, la situación que enfrenta Venezuela es el resultado de décadas de saqueo imperialista y de mal gobierno de las corruptas oligarquías nativas. El régimen de Hugo Chávez, y su sucesor Nicolás Maduro, han devuelto la soberanía y han aportado conquistas sociales y derechos fundamentales al pueblo venezolano. Cada versión silencia la parte que rompe la unidad ideológica de su relato. La derecha silencia que la llegada de Hugo Chávez al poder fue precedida por décadas de una corrupción institucional que llegó a su clímax con el gobierno de Acción Democrática, la corrupción aún para los estándares latinoamericanos era demasiado y desembocó en una gran crisis estructural. Se olvida que los paquetes de ajustes estructurales impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, a comienzos de los 90, provocaron el “Caracazo”, que dejó, según cifras oficiales, 300 muertos, aunque versiones independientes hablan de 3 mil. Es imposible entender el ascenso de Chávez al poder y el respaldo que consiguió sin estos antecedentes. La derecha venezolana silencia que el régimen de Maduro fue elegido democráticamente, en comicios que el Instituto Carter, presidido por el ex presidente norteamericano Jimmy Carter, uno de los organismos más prestigiosos del mundo, declaró intachables. Suele silenciar asimismo que de 20 elecciones a las que convocó el chavismo ganó 18 y acató los resultados de los 2 adversos. Los partidarios de Maduro a su vez, suelen obviar que buena parte del apoyo popular del chavismo se basó en una amplia política redistributiva, posibilitada por el alza descomunal de los precios del petróleo a lo largo de la primera década del siglo XXI, pero que era insostenible. La revolución bolivariana, al no ir a una diversificación del aparato productivo y limitarse a redistribuir, creó un sistema de asistencia social que solo podía durar lo que durara la bonanza petrolera. Cuando Hugo Chávez llegó al poder el precio del barril de petróleo bordeaba los $ 16, durante la siguiente década llegó hasta cerca de $ 200, ahora oscila torno a los $ 40. No hay una nueva bonanza que permita revertir la situación. La crisis que atraviesa el régimen de Maduro es alimentada por la corrupción asociada a la bonanza petrolera y a la concentración del poder. Es evidente que según avance el tiempo el régimen tendrá que ir recurriendo a un mayor autoritarismo, a medida que avance la erosión del consenso que lo sostiene. La crisis institucional, provocada por el enfrentamiento sin salida entre el Ejecutivo y la Asamblea Nacional, se ha saldado con la instalación de la Asamblea Constituyente convocada por Maduro. Pero esto no soluciona la crisis política sino la agrava. El referéndum convocado previamente por la oposición movilizó a millones de venezolanos, y mostró un país dividido transversalmente. Las decenas de miles de venezolanos que buscan cómo ganarse la vida en nuestro país y en el resto de América Latina no son, definitivamente, oligarcas. Cerrarse sobre una versión y negar la parte de verdad que contiene la otra es un aporte seguro al camino que conduce a una tragedia. Teniendo el Ejecutivo el control de las Fuerzas Armadas, la derecha no tiene cómo imponer sus intereses sino es por medio de la violencia, y esta solo es posible con el apoyo norteamericano. El escenario se está creando: está la asonada militar del domingo, la enorme campaña mediática mundial contra la revolución bolivariana, la creación de una correlación institucional que aísle totalmente al régimen de Maduro, en la cual el gobierno de PPK está jugando un papel protagónico. Quizás ya sea tarde, pero si no se crea el espacio para el diálogo solo queda la violencia, y esta puede arrasar con todo. El mayor aporte que podemos hacer es exigir que los problemas de Venezuela los solucionen soberanamente los venezolanos.