Por: Augusto Álvarez Rodrich
Justo a los dos meses de su fallido golpe que lo llevó ese mismo día a la cárcel, ayer se publicó en el medio español El Salto una ‘entrevista’ a Pedro Castillo que es su defensa política y judicial, y que se parece a eso que la farándula local llama un ‘armani’: una farsa que se quiere pasar como cierta.
El autor de la entrevista hace notar que el INPE impide entrar al penal con equipos de grabación, por lo que debió realizarla de “forma oral y manuscrita” entre fines de enero y la primera semana de febrero, pero cualquiera que haya oído alguna vez a Castillo sabe que este no se expresa con la fluidez que El Salto quiere hacer creer.
La entrevista hace menciones reiteradas a la defensa judicial de Castillo, incluyendo a los peruanos Indira Rodríguez y Wilfredo Robles, y a Eugenio Zafarroni (presentado como juez de la CIDH) y Guido Croxatto, director de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado de Argentina.
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Agregan que ingresaron a “la celda de Castillo (que) carece de ventanas y luz natural” –lo que no coincide con el espacio que ofrecen a los presos del penal presidencial– y que lo encontraron leyendo El arte de la guerra de Sun Tzu.
Lo que sigue es una victimización en la que el supuesto entrevistado dice temer por su vida, que se considera “presidente legal” y que Dina Boluarte es “racista, clasista y manipuladora”.
Sobre qué ocurrió el 7 de diciembre, el golpista de Sarratea responde: “Es complicado y complejo de explicar. No se puede explicar solamente de manera política. Yo quería acercarme al pueblo. Fue un día de hacer eco para los ‘nadies’. Tomé la bandera de la asamblea constituyente siendo fiel a los pueblos que votaron por mí”. Eso sí, Castillo limpia de su complicidad en el golpe a Aníbal Torres, algo imposible de creer y que ofrece la pista de quién armó, realmente, este ‘armani’.
Al final, Castillo declara ser “víctima de un complot” de “la derecha local e internacional, los grupos neoliberales e imperialistas”, pero del cual en realidad este pobre hombre debiera responsabilizar a sus patrones de la izquierda que lo usaron como tonto (in)útil, y que pasó por la presidencia de la república como un accidente que –ojalá– se recuerde como el momento en el que la política peruana tocó fondo.