
En las heladas aguas del mar del Este, frente a la isla surcoreana de Jeju, un grupo de mujeres conocidas como haenyeo descienden hasta 20 metros sin equipo de oxígeno, en busca de moluscos, erizos, algas y pepinos de mar. Esta tradición centenaria, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, está al borde de desaparecer, pero su historia ha cobrado nuevo valor gracias a un descubrimiento científico que podría revolucionar la medicina.
Actualmente, quedan menos de 3.000 haenyeo activas, la mayoría mayores de 60 años. En los años 60, sumaban más de 30.000. La falta de relevo generacional amenaza con extinguir un oficio que forjó una estructura social matriarcal única en Corea del Sur. Sin embargo, un estudio reciente ha revelado que su estilo de vida extremo podría haber modificado su genética, brindando claves para combatir enfermedades crónicas como la hipertensión.
El origen de las haenyeo se remonta al siglo XVII. En plena crisis por la ausencia de hombres en la isla, dedicados a la guerra o la pesca de altura, las mujeres tomaron el control de la economía familiar mediante el buceo artesanal. Desde entonces, su trabajo no solo aseguró el sustento, sino que transformó la sociedad de Jeju.
La cultura haenyeo promovió prácticas sociales atípicas en Asia: dotes pagadas por los novios, celebraciones más entusiastas por el nacimiento de hijas y hogares sostenidos económicamente por mujeres. Su jornada submarina, de hasta siete horas diarias, implicaba condiciones extremas: temperaturas invernales bajo cero, buceo sin tanques y exposición constante a peligros como redes abandonadas, descompresión o encuentros con tiburones.
A pesar de los avances tecnológicos; actualmente usan trajes de neopreno, aletas y máscaras; las condiciones no han cambiado mucho. Muchas hanenyeo sufren pérdida auditiva debido a los bruscos cambios de presión. Y, sin embargo, siguen inmersas en una actividad que les otorga libertad, independencia y orgullo.
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Desde 2019, un equipo internacional de científicos liderado por Diana Aguilar Gómez, genetista formada en la Universidad de California en Berkeley, ha estudiado las adaptaciones biológicas de las haenyeo. El proyecto, realizado en colaboración con las universidades de Utah, Seúl y Copenhague, comparó a tres grupos: haenyeo activas, mujeres no buceadoras de Jeju y mujeres de otras regiones.
Los investigadores analizaron ritmo cardíaco, presión arterial y tamaño del bazo. En un experimento de "inmersión simulada", las participantes sumergieron sus cabezas en agua helada durante un minuto. El reflejo de inmersión, que reduce el ritmo cardíaco para conservar oxígeno, fue notablemente más fuerte en las haenyeo. Sin embargo, el hallazgo más sorprendente surgió del ADN.
“Encontramos una región reguladora de un gen que creemos que disminuye la presión arterial”, explicó Aguilar a BBC Mundo. Esta mutación podría proteger contra la preeclampsia en embarazadas y otras enfermedades cardiovasculares. Además, identificaron una segunda mutación asociada con la resistencia al frío, vital para mujeres que buceaban en invierno con trajes de algodón.
A pesar de su valor cultural y científico, el futuro de las haenyeo es incierto. La transformación económica de Jeju ha desviado a las nuevas generaciones hacia el turismo y los servicios. El gobierno surcoreano ha ofrecido subsidios, creado escuelas y promovido museos, pero apenas unas decenas de jóvenes se inician cada año, muchas de forma temporal.
No obstante, algunas mujeres han encontrado nuevas formas de mantener viva esta cultura. El restaurante Pyeongdae Sunggae Guksu, fundado por dos haenyeo en la costa noreste de Jeju, ofrece platos tradicionales con ingredientes recolectados por ellas mismas, como los codiciados erizos de mar. El lugar es símbolo de resistencia cultural y autosustento.
Otro ejemplo es Sohee Jin, una joven de 32 años que dejó Busan para convertirse en haenyeo. Tras un año de formación sin salario, no solo pesca, sino que también gestiona pedidos por redes sociales, aparece en medios y promueve su estilo de vida desde plataformas digitales. Junto a su compañera Jungmin Woo, lidera un colectivo de nuevas buceadoras que combinan tradición, activismo y modernidad.
Pese a los riesgos físicos, la soledad del oficio y el impacto del cambio climático en el ecosistema marino, estas jóvenes ven en el mar una alternativa vital distinta a la rutina urbana. Su labor podría ser clave para que el legado de las haenyeo no desaparezca, y para que su singular biología siga aportando a la ciencia.

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