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Los 2 únicos países de América Latina que invierten en semiconductores: uno es apoyado por Estados Unidos

Con el crecimiento de la inteligencia artificial y la mayor demanda de dispositivos, la inversión en semiconductores ha adquirido una relevancia como nunca antes. Conoce los pases de América Latina que se suman a este negocio.

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Esta expansión en la producción de semiconductores en América Latina responde a la necesidad de diversificar las cadenas de suministro y también a los incentivos ofrecidos por gobiernos y empresas multinacionales. Foto: composición LR/BBC

Los semiconductores, componentes esenciales en la fabricación de dispositivos electrónicos, se han convertido en un pilar fundamental para la tecnología global. Con el auge de la inteligencia artificial y la creciente demanda de dispositivos conectados, la inversión en estos chips ha ganado una importancia estratégica sin precedentes. Mientras que países como China, Taiwán y Corea del Sur lideran este mercado, los únicos países de América Latina han comenzado a emerger como jugadores importantes y atraen la atención de gigantes tecnológicos.

Esta expansión en la producción de semiconductores en América Latina responde a la necesidad de diversificar las cadenas de suministro y también a los incentivos ofrecidos por gobiernos y empresas multinacionales. Con el respaldo de actores clave como Estados Unidos, estas naciones buscan posicionarse en un mercado altamente competitivo y tecnológicamente avanzado.

Los únicos países de América Latina que invierten en semiconductores

Costa Rica y Brasil se destacan como los únicos países de América Latina que han logrado captar inversión en semiconductores. En el caso de Brasil, el proyecto de ensamblaje, prueba y empaquetado de chips está liderado por la empresa taiwanesa Advanced Semiconductor Engineering (ASE Group). Esta compañía, con sede en Taiwán, ha expandido su presencia global al establecer operaciones en el gigante sudamericano, al fortalecer así su capacidad de producción de chips fuera de Asia.

Por otro lado, Costa Rica ha consolidado su posición en el mercado de semiconductores a través de una inversión significativa de Intel. Tras la entrada del país al Fondo Internacional de Seguridad e Innovación Tecnológica (ITSI) en 2023, Intel anunció una inversión de 1.200 millones de dólares para ampliar sus operaciones de ensamblaje y prueba en el país. Este respaldo, tanto del gobierno costarricense como de Estados Unidos, subraya su relevancia estratégica en la cadena global de suministro de

China y Estados Unidos, los líderes en producción de chips

A nivel global, China y Estados Unidos se posicionan como líderes indiscutibles en la producción de semiconductores. En 2022, China logró una participación del 24% en el mercado mundial, mientras que Taiwán y Corea del Sur siguen de cerca con el 18% cada uno. La Ley Chips, aprobada por el Congreso de Estados Unidos en 2022, busca asegurar que el país mantenga y aumente su cuota de mercado, por lo que se proyecta alcanzar un 14% de la capacidad de producción mundial para 2032.

Esta ley no solo contempla subvenciones para la fabricación de semiconductores, sino también inversiones en investigación y un crédito fiscal a la inversión en tecnología de chips. Sin estas medidas, se estimaba que Estados Unidos podría haber descendido hasta un 8% en la capacidad de producción mundial en la próxima década, lo que demuestra la competencia feroz en esta industria.

¿Para qué sirven los semiconductores?

Los semiconductores son fundamentales en la fabricación de dispositivos electrónicos que van desde teléfonos móviles hasta automóviles. Estos componentes permiten que los dispositivos procesen y almacenen información, haciendo posible el funcionamiento de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial y el Internet de las cosas (IoT). La capacidad de un país para producirlos y desarrollarlos es, por lo tanto, un indicador crucial de su poder tecnológico y económico.

En un mercado tan competitivo, la inversión en semiconductores no solo es una apuesta por la innovación, sino también una estrategia para asegurar la soberanía tecnológica y la independencia en un mundo cada vez más digitalizado.