Por La Tercera, CNN, Agencias
El mundo ha sido testigo de la violencia extrema que han desatado militantes de Hamás y las fuerzas de Israel, y en medio de todo está el sufrimiento de la población civil. El cruento conflicto ya suma más de 2.800 palestinos muertos y 10.850 heridos, y unos 1.400 israelíes sin vida y alrededor de 250 rehenes en manos de la organización que controla Gaza. Es un conflicto que nació en el siglo pasado, pero que ha estado latente durante décadas y parece no tener un final cercano. Miles de personas de ambos lados han muerto y muchas más resultaron heridas en esta larga confrontación.
A principios del siglo XVI, la parte de Oriente Medio que hoy se encuentra en disputa era controlada por el Imperio Otomano, conocido como el Imperio turco. No obstante, después de la Primera Guerra Mundial (PGM), gran parte de la región fue concedida a los británicos.
En ese momento, los israelíes (un pueblo donde la mayor parte son judíos) y los palestinos (la mayoría son árabes) estaban luchando por la soberanía sobre el territorio. Por ello, en la PGM, las potencias mundiales intentaron dar forma al mapa del Medio Oriente moderno.
A través de varios esfuerzos diplomáticos, y después de distintas declaraciones confusas, para los israelíes se marcó una especie de declaración formal del derecho del Estado de Israel a existir. Lo anterior fue el primer mal indicio para los árabes, pues ellos representaban cerca del 90% de la población de la región en ese momento (1850) y alrededor del 80% en 1914.
Y aunque en las siguientes décadas los judíos migraron en gran escala a la región, tanto ellos como los palestinos siguieron afirmando su derecho a establecerse como Estados.
El fin del Mandato Británico de Palestina sucedió después de la Segunda Guerra Mundial (SGM), cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 1947 la Resolución 181 que declaró la partición del territorio en dos estados independientes: uno árabe y uno judío. No obstante, Jerusalén quedó bajo administración internacional especial. Es decir, ni capital ni de palestinos ni de israelíes.
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A pesar de ello, la parte árabe rechazó la resolución porque, según su defensa, su población era mucho más grande. A partir de ello, la violencia empezó a crecer.
En mayo de 1948, Israel declaró su independencia, al día siguiente una coalición de estados árabes, aliada con los árabes palestinos, atacó a las fuerzas israelíes, desatando así una de las primeras guerras árabe-israelíes. El resultado de este conflicto fue que Israel obtuvo el control de una porción mayor de territorio y, según los datos, se estima que 700.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus tierras (no incluyeron las zonas de Cisjordania y la Franja de Gaza).
Después de que el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser nacionalizara el Canal de Suez, una ruta comercial vital que conecta el Mar Rojo y Mar Mediterráneo, Israel invadió Egipto, seguido por las fuerzas de Gran Bretaña y Francia.
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Los conflictos árabes-israelíes persistían, y se les sumó el continuo bloqueo de Egipto al transporte marítimo hacia el Golfo de Aqaba. Y se produjo la llamada Guerra de los Seis Días, en 1967, cuando Israel invadió la península de Sinaí y sus aviones de combate atacaron aeródromos egipcios, aniquilando casi todo su poder aéreo. Israel tomó el control de la Franja de Gaza, el Sinaí, Cisjordania, Altos del Golán y Jerusalén oriental. Los ejércitos árabes sufrieron pérdidas masivas.
14.05.1948. Ben-Gurión, el día de la Independencia de Israel. Foto: difusión
En 1973, encabezada por Egipto y Siria, una coalición de naciones árabes lanzó un ataque sorpresa contra Israel en Yom Kippur, una festividad santa judía. No obstante, Israel pudo contrarrestar la ofensiva gracias a los suministros de sus aliados, como Estados Unidos.
En septiembre de 1978, el presidente de EE. UU., Jimmy Carter, negoció un acuerdo de paz entre el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menajem Begin. Conocido como los Acuerdos de Camp David, sentaron bases para un acuerdo de paz, que incluía la retirada de Israel del Sinaí y establecían un marco para un posible proceso de autogobierno palestino en Cisjordania y Gaza. No se llevaron a cabo.
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En 1987 se produjo la primera intifada, el levantamiento palestino, con enfrentamientos, protestas y desobediencia civil contra la ocupación israelí en Cisjordania, Gaza e Israel.
En 1993, se produjo el primero de los dos acuerdos de Oslo —firmados entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP)— y se estableció un proceso de paz, trazando la expansión de un autogobierno palestino limitado en Cisjordania y la Franja de Gaza. En estos acuerdos, se creó la Autoridad Palestina. Y la OLP fue reconocida por Israel y EE. UU. como “socio negociador”. No obstante, quedaron asuntos sin resolver, como los asentamientos israelíes en Cisjordania y la situación de Jerusalén, que los palestinos consideran debe ser la capital de un Estado futuro.
En 2006, el grupo militante palestino Hamás ganó las legislativas, lo que causó tensiones políticas con el partido más moderado, Fatah, que controla Cisjordania (ver recuadro).
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El año pasado, Benjamín Netanyahu volvió a ser primer ministro israelí (sexto mandato), con un bloque de extrema derecha.
El último 7 de octubre, Hamás lanzó cientos de cohetes a Israel e incursionó con drones y parapentes a Israel. Netanyahu declaró formalmente la guerra a Hamás el 8 de octubre.
Desató un feroz contraataque que dura hasta hoy.
A Israel no le cayó nada bien que, en 2006, Hamás ganara las elecciones legislativas y menos que sacara a Fatah de la Franja de Gaza en 2007, así que impuso un bloqueo de 16 años al territorio donde hay 2 millones de palestinos, y limitó la movilidad de bienes y personas, para adentro y fuera de allí.
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Además, Israel ocupó Cisjordania, hogar de 3 millones de palestinos y más de medio millón de judíos que viven en “asentamientos ilegales”.
Desde esos años se ha multiplicado los choques, y la muerte de palestinos también de israelíes.
La imagen de viviendas y edificios destruidos en Gaza, de muertos y heridos en Palestina e Israel, de desesperación y miedo, es una huella que marcará este año en la historia.