La ciudad de Montevideo, capital de Uruguay, fue edificada cerca del río de la Plata, el más ancho del mundo y que comprende ríos internos que recorren las llanuras. Pese a esta geografía, la capital que actualmente se está quedando sin agua potable ha preferido priorizar las inversiones en energía, combustibles, red vial, entre otros sectores, mas no en este recurso de primera necesidad.
En 1867, el Gobierno de Uruguay abrió una plaza para brindar el servicio de agua potable de forma permanente en Montevideo. Dos argentinos y un uruguayo ganaron la concesión para la instalación de este suministro por tubería en la capital. Las construcciones empezaron en el año siguiente y el sistema instalado fue de bombeo a vapor.
De esta manera, nació el ente encargado del suministro de agua potable en el ámbito nacional: Obras Sanitarias del Estado (OSE), institución que posee más de 70 plantas que procesan el agua y la acondicionan para el consumo humano. De todas ellas, la de Aguas Corrientes es la más importante. Esta se encuentra en el departamento de Canelones, a 50 kilómetros de la capital uruguaya.
Hasta la década del 2010, no hubo problemas con el abastecimiento de agua potable y no había quejas por las tarifas mensuales ni por la calidad del recurso que salía de los caños. Sin embargo, la alarma por la falta de agua potable inició en el año 2023. Esta situación se refleja tanto en los cientos de carteles que promocionan bidones como en la gente que transita cargando fundas de botellas.
Tres años (2020 - 2023) de la sequía más larga y problemática en la historia de Uruguay dejaron la represa Paso Severino sin dicho recurso básico. Esta crisis motivó a que las autoridades decidieran mezclar el agua que ya tenían con la que empezaron a extraer del río de la Plata, lo que supone combinar agua dulce con agua salada.
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Uruguay no priorizó inversiones ni alternativas a favor de la represa Paso Severino y los proyectos quedaron en espera. A mediados de 2016, el Gobierno de Frente Amplio presentó una iniciativa para la construcción de un nuevo reservorio de agua sobre el Santa Lucía con el apoyo de fondos de la Corporación Andina de Fomento y la Unión Europea.
Sin embargo, el avance fue lento y, cuando dicho Gobierno finalizó, el proyecto de represa Casupá fue entregado al nuevo presidente, Luis Lacalle Pou, quien impulsó una ambiciosa propuesta que tenía detrás inversores privados para concretar una planta potabilizadora sobre el río de la Plata al oeste de Montevideo. “El proyecto Arazatí será la inversión más grande de la historia en infraestructura para agua potable”, señaló al iniciar este plan, que fue rechazado por el sindicato de funcionarios que reclamó la estatización total del servicio.
La sequía se agravó en verano y costó un millonario monto. Esto afectó al sector agropecuario y, luego, amenazó al servicio de agua potable. En otoño, llegó la peor época, pues la falta de lluvias dejó sin agua al Paso Severino y obligó a extraer el agua del río de la Plata aun teniendo en cuenta su alto componente de sal.