El biólogo ruso Iliá Ivanovich Ivanov tuvo una idea que ahora mismo podría parecer descabellada e incluso la trama de una película de ciencia ficción: durante el Congreso Mundial de Zoólogos de 1910, sugirió la posibilidad de crear un híbrido entre un hombre y un mono.
Ivanovich fue un pionero en la inseminación artificial veterinaria, rechazada por la Iglesia católica y cuestionada por científicos durante el siglo XX. Sus investigaciones se llevaron a cabo en París, San Petersburgo y Guinea, donde logró la creación de nuevas especies como 'el cebroide' —híbrido entre la cebra y el burro—, 'el zurón' —cruce de un bisonte y una vaca— y otras en las que usó conejos, liebres y ratones.
Años después de la Revolución Rusa, en 1926, Ivanov partió hacia Guinea, África Occidental Francesa en aquel momento, para realizar experimentos para lograr el tan ansiado híbrido. De acuerdo a la BBC, estos viajes fueron financiados por el gobierno soviético.
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Ivanovich fue un pionero en la inseminación artificial veterinaria. Foto: difusión
Iliá Ivanovich Ivanov fue un portentoso maestro en la hibridación animal e inseminación artificial. Inició desarrollando técnicas para caballos de pura raza, luego amplió a más animales de granja, a la par que su reputación crecía y empezó a ser consultado por sus conocimientos.
Ya en África, el científico intentó inseminar a tres hembras de chimpancé con esperma humano pero el resultado fue negativo. Ivanov dijo que se debía a la dificultad de trabajar con animales y pidió autorización para experimentar con mujeres guineanas, pero no obtuvo el permiso.
Tras el fracaso, tuvo que regresar a Paris donde pasó parte de sus días en el Instituto Pasteur. Además, de acuerdo a la BBC, trabajó con el cirujano cirujano Serge Voronoff, inventor de la "terapia de rejuvenecimiento", que consistían en injertar rebanadas de testículos de simio en hombres a fin de que recuperaran su vigor perdido.
Posteriormente tuvo que regresar a la Unión Soviétiva donde experimentó con prisioneras de la cárcel de Lubianka, de acuerdo a National geographic. Como es de sospechar, no logró nada.
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El científico tuvo un último intento —mientras la paciencia de líderes soviéticos y del mismo Stalin se acababan—: obtuvo la autorización para irse a la ciudad de Sujumi, en el mar Negro, cuyo clima era propicio para los chimpancés y orangutanes.
Ivanvov fue por la ciudad convenciendo a las mujeres, la mayoría analfabetas, de participar de la inseminación, incluso ofreciento contribuciones del propio líder soviético, pero, nuevamente, todo salió mal: los animales llegaron a la ciudad cansados, enfermos y con fiebre, y empezaron a morir.
Fiinalmente, Ivanov fue arrestado por el NKVD (la policía secreta soviética) el 13 de diciembre de 1930 por haber creado una organización contrarrevolucionaria entre especialistas agrícolas y se exilió en Alma-Ata, capital de República kazaja. Falleció el 20 de marzo de 1932 por un derrame cerebral.