A pocos días de la muerte de los 5 tripulantes del Titán, quienes buscaban ver los restos del Titanic , se recuerda uno de los casos más polémicos de la época, el de los huérfanos de la famosa embarcación. Se trata de Michel y Edmond Navratil, dos niños que fueron secuestrados por su propio padre luego de un complicado divorcio y la pérdida de la custodia contra la madre.
Con identidades falsas, el padre logró subirse al “navío más imponente del mundo”, en Reino Unido, como lo describe Infobae, luego de decirle a la madre que solo los llevaría a pasear a Montecarlo, cuando en realidad sería a Inglaterra. Sin embargo, no sabía que su destino no sería Nueva York, sino el Atlántico norte.
¿Cómo fue la historia de los pequeños Navratil?
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Antes de abordar el famoso barco, en 1912, Michel Sr. Navratil, un sastre proveniente de Eslovenia, decidió llevar a sus hijos a Nueva York a empezar una nueva vida luego de perder el juicio por la tenencia de los menores. Como parte de esta medida desesperada, les dijo: “Desde ahora y hasta que lleguemos, si alguien les pregunta sus nombres, se llaman Lollo y Momon”. Ambos escucharon confundidos.
No obstante, Michel también seguiría el mismo paso y se llamaría Louis Hoffman. Con sus nuevas identidades zarparon a su nuevo e inesperado destino. Viajaron en segunda clase, donde rápidamente los pequeños de 2 y 4 años, sin separarse en ningún momento de su papá, se convirtieron en el centro de atención.
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Mientras los tres estaban en el Titanic la madre estaba angustiada tras no tener noticias de sus hijos, por lo que decidió denunciar a Michel Sr. Los investigadores comenzaron a rastrear los últimos pasos del padre, pero era complejo por el cambio de nombres. Incluso lo buscaron en la lista de pasajeros del Titanic, pero seguían sin respuestas.
Sin embargo, el 14 de abril de 1912, la situación cambiaría totalmente tras el hundimiento del Titanic. Michel Sr. o Louis Hoffman corrió al dormitorio para sacar a los niños y llevarlos a los botes salvavidas justo cuando descendía. Con la ayuda de un desconocido pudo lograrlo. Con la desesperación, ambos pequeños fueron en diferentes botes, pues Michel Sr. solo quería salvarles la vida.
Estaban tan asustados que ni siquiera lloraban. Su padre intentó buscar un bote, pero fue muy tarde y solo se lanzó al mar, cuyas aguas eran tan heladas que no resistió y murió a los minutos. Su cuerpo fue uno de los que pudieron recuperarse y ser enterrados.
Michel y Edmond viajaron solos y bajo el cuidado de dos mujeres que se apiadaron de ellos. No hablaban en inglés, por lo que era difícil entenderlos. “Comieron unos bizcochos y tomaron un poco de agua. Cuando llegó el momento de izarlos hacia el Carpathia, el barco que recogió a los náufragos en alta mar, fueron puestos con cuidado en bolsas de arpillera para ascender hasta el buque y estar a salvo”, según Infobae.
Al llegar a tierra, los niños no sabían qué responder cuando les preguntaban por sus nombres. La única información que se tenía de ellos era esta: eran los únicos menores sobrevivientes que se quedaron sin padres ni tutores. Fue por eso que a los días se convirtieron en noticia en todo Nueva York. Los conocían como “los huérfanos del Titanic”.
Mientras las autoridades investigaban y analizaban qué hacer con ellos, estuvieron bajo el cuidado de Margaret Hays, una sobreviviente del naufragio que los llevó a la mansión de su familia en Manhattan. El motivo principal para hacerse cargo fue que no había sufrido pérdidas en el hundimiento.
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Los investigadores seguían sin encontrar rastros, pues no conocían a Hoffman. No obstante, un día, la madre, llamada Marcelle, recibió la noticia de que sus hijos estaban vivos tras ver una foto en el diario. No podía creer cómo los pequeños se encontraban al otro lado del mundo. El hallazgo seguía siendo tan mediático que algunos diarios acompañaron a la madre en su travesía marítima hasta Nueva York.
Reencuentro de Marcelle y sus hijos. Foto: Infobae
Fue así como la madre se reencontró con sus hijos y se tomaron una foto familiar, la cual fue publicada en varios medios.
Hoy, a 25 años del estreno del Titanic, ambos niños ya fallecieron. Edmond era arquitecto y se dedicó al diseño de interiores. Sin embargo, tras ir a la Segunda Guerra Mundial a combatir, fue tomado como prisionero, lo cual debilitó su salud y causó su muerte a los 42 años.
Con respecto a Michel, se dedicó a la filosofía, se casó y formó su propia familia. Además, escribió libros y confesó que su padre le había dicho antes de morir: “Dile a mamá que siempre la amé. Que mi idea era que todos juntos empezáramos una nueva vida en Estados Unidos”. Michel regresó a Norteamérica luego de 75 años para algunas actividades en memoria de la tragedia. Falleció a los 92 años y fue uno de los últimos sobrevivientes varones del Titanic.