Issei Sagawa pasó de ser visto como un asesino caníbal a una celebridad en Japón. Desde su nacimiento supo que deseaba probar carne humana. Asesinó a una joven y comió por dos días su cadáver hasta que finalmente fue atrapado.
Su nombre se volvió muy famoso en los años 80, y cuando se le preguntaba por las razones que lo llevaron a cometer crímenes tan horribles alegaba que “era de otro planeta”. El hombre fue condenado dos años y al salir se convirtió en una estrella.
Su rostro fue visto en documentales, libros y otros materiales, en los que contaba con orgullo todos los detalles de sus terribles delitos: esta es la historia de Issei Sagawa.
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Nació prematuramente el 26 de abril de 1949 en Kobe, Japón, y, pese a que los médicos dijeron que no sobreviviría, se aferró a la vida. Nunca superó el 1,51 de altura y apenas llegaba a los 50 kilos de peso.
Sus padres lo amaban y creció rodeado de naturaleza. Cuando entró en la adolescencia experimentó “distorsiones sexuales” que involucran animales, según contó el propio hombre. En esa época además empezó a sentir “deseos caníbales” que lo avergonzaban.
Con el paso de los años, empezó a sentirse inferior en comparación con otras personas y sentía fijación por las mujeres extranjeras, según dijo. Estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Wako en Tokio. En ese periodo desarrolló fantasías sexuales y solía ser un asistente recurrente de prostíbulos.
Sagawa cumplió condena en una cárcel francesa por el asesinato de Renée Hartevelt, una compañera de clase en la Academia de la Sorbona en París, Francia. Foto: AFP
Instalado en la capital japonesa, una noche ingresó al departamento de una mujer que vivía en el edificio de su abuela e intentó acercársele. La joven, que se encontraba dormida, empezó a gritar, asustada.
Sagawa fue aprehendido por la Policía y fue acusado de intento de violación. Sin embargo, no fue a prisión porque sus familiares llegaron a un acuerdo extrajudicial con la víctima y al poco tiempo Issei se mudó a París, donde iba a estudiar Literatura en la Universidad de La Sorbona.
En Francia, tiempo después, se obsesionó con una joven holandesa de 25 años llamada Renée Hartevelt. El 11 de junio de 1981 la invitó a su departamento para “recitar poemas en alemán”, pero todo era mentira. Mientras la mujer leía versos, Issei apretó el gatillo y la asesinó.
Sagawa la violó y guardó su cadáver en su casa, donde empezaría a comerla desde los glúteos. “Tenía que ser el derecho y no el izquierdo, porque está más cerca del corazón y yo le tengo miedo a la sangre”, señaló el hombre en una entrevista a VICE. A lo largo de 48 horas, comió la carne de la mujer fallecida.
París, en aquella época, vivía una oleada de calor. El japonés temía que el cuerpo se descompusiera y decidió deshacerse de él.
Decidió ocultar los restos en maletas, y el 13 de junio del mismo año tomó un taxi hacia Bois de Boulogne, en las afueras de la capital francesa.
A Issei no se le ocurrió mejor idea que lanzar la valija por una pendiente hacia un lago. Un hombre que estaba en el lugar se percató y tuvo sospechas. Abrió uno de los bolsos y se topó con sangre por todas partes, y empezó a gritar: “¡Asesino!”.
Once años después de aparecer en los titulares por matar a la estudiante holandesa en París, Iseei Sagawa regresó a su país natal, donde se convirtió en una auténtica celebridad mediática. Los psicólogos franceses lo encontraron legalmente loco e incapaz de ser juzgado y fue extraditado a Japón. Foto: AFP
Sagawa se mantuvo escondido por tres días, pero la Policía logró capturarlo. En su departamento encontraron bolsas con restos del cuerpo de la joven holandesa. Nunca negó que la había matado para comérsela.
El hombre fue examinado por psiquiatras, que llegaron a la conclusión de que el hombre tenía una enfermedad mental, por lo que fue sentenciado a dos años de prisión para luego ser enviado a un instituto psiquiátrico. De acuerdo a CNN, el 12 de agosto de 1986, el hombre se fue del Hospital Psiquiátrico y quedó en libertad.
A pesar de haber matado a una persona, se convirtió en una celebridad en Japón tras aparecer en películas, revistas, documentales y otros productos que recreaban el crimen. El hombre se dedicó a pintar y sus obras fueron vendidas en el mercado internacional.
Además, escribió más de 20 libros y un comic. Con los años, Sagawa se fue a vivir fuera de Tokio, donde está postrado en una silla de ruedas.