En 1739, el intelectual Giovan Battista Clemente Nelli recibió una invitación para cenar con el médico Giovanni Targioni Tozzetti en una villa italiana. Para aquella memorable ocasión, el galeno le pidió a su visita comprar mortadela, un embutido preparado con diversas especias, para degustar durante la velada. Lo que aquel hombre no se imaginaba es que esa noche sería recordada por un insólito hallazgo.
Nelli, como era llamado por sus conocidos, acudió a una famosa tienda local para comprar el producto solicitado por su anfitrión, fue allí que se percató que el embutido había sido envuelto con una carta firmada por el considerado ‘Padre de la ciencia’, Galileo Galilei. El intelectual logró reconocer la letra del científico, limpió la grasa del escrito y la guardó.
Acto seguido, comenzó una implacable investigación para descubrir cómo una carta de Galileo Galilei había terminado como envoltura de mortadela. Regresó a la tienda y consultó sobre el proveedor de las cubiertas. Cuando pudo reunirse con el vendedor, le compró todos los escritos que tenía y le hizo jurar que le avisaría en caso reciba más material.
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Así fue, a los pocos días del peculiar hallazgo, el proveedor volvió a buscar a Nelli y lo llevó hasta el origen de todo, la casa del matemático Vincenzo Viviani, último discípulo de Galileo Galilei, quien ocultó los textos en varias zonas de su vivienda para salvaguardar el trabajo del científico de la inquisición e intromisión de la Iglesia, que en su momento rechazó los descubrimientos astronómicos y físicos del ‘Padre de la ciencia’.
Los descendientes de Viviani no guardaban el mismo respeto de su pariente por Galileo Galilei pese a que, para 1739, el científico renacentista ya se había ‘librado’ de la persecución religiosa y había ganado renombre.
Nelli compró los manuscritos restantes, los estudió a detalle y los cuidó hasta que los escritos terminaron en manos de los Archivos Florentinos, fuente con la que se redactó la más grande bibliografía del ‘Padre de la ciencia’ en el siglo XX.
Galileo Galilei fue un astrónomo, ingeniero, filósofo, matemático y físico, entre cuyos logros se encuentra la mejora del telescopio, la primera ley del movimiento y una gran variedad de observaciones astronómicas complementarias a la revolución de Copérnico, que mostró que el sistema solar es heliocéntrico, es decir, los planetas orbitan alrededor del sol.
El científico falleció el 8 de enero de 1642, a los 77 años, de causas naturales. Casi un siglo después, en 1736, se erigió un mausoleo en su honor en la ciudad de Florencia.