El laboratorio estadounidense Merck anunció el viernes que pedirá a la FDA (regulador de medicamentos) de Estados Unidos, autorización para comercializar una píldora que, según un ensayo clínico, reduce a la mitad los riesgos de hospitalización y muerte de pacientes con COVID-19.
De ser autorizado, este fármaco oral sería el primer producto de este tipo en el mercado para tratar el coronavirus, lo cual, después de las vacunas, representaría un gran avance en la lucha contra la pandemia.
Merck indicó que buscará “lo más rápido posible” la luz verde de la FDA para este fármaco, desarrollado con Ridgeback Biotherapeutics y llamado molnupiravir.
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Los resultados del ensayo clínico son positivos, asegura la multinacional con sede en Nueva Jersey, antes filial de la alemana Merck y ahora una firma independiente también conocida como MSD.
El estudio se realizó en 775 personas con casos leves a moderados de COVID-19 y al menos un factor de riesgo agravante, quienes tomaron el tratamiento dentro de los cinco días posteriores a los primeros síntomas.
La tasa de hospitalización o muerte en los pacientes que recibieron el fármaco fue del 7,3%, mucho menor al 14,1% de los que recibieron un placebo. No se observaron muertes en personas tratadas con molnupiravir, en comparación con ocho en el segundo grupo.
La eficacia de este antiviral es “una muy buena noticia. (...) Los datos son impresionantes”, dijo a periodistas Anthony Fauci, principal asesor médico del presidente estadounidense, Joe Biden, destacando así la ausencia de muertes entre quienes ingirieron el fármaco.
Varios expertos advirtieron, sin embargo, que les gustaría ver los datos clínicos completos y enfatizaron que, si finalmente se aprueba, este tipo de tratamiento no debe sustituir la vacuna anti-COVID-19.
Hasta ahora, las terapias anticovid, como los anticuerpos monoclonales y el remdesivir del laboratorio estadounidense Gilead, se han administrado por vía intravenosa, lo que frena su uso generalizado.
Para Peter Horby, profesor especializado en enfermedades infecciosas emergentes de la Universidad de Oxford, “un antiviral oral seguro, asequible y eficaz sería un gran avance”.
“El molnupiravir parecía prometedor en el laboratorio, pero la prueba real era ver si tenía algún beneficio en los pacientes. Muchos medicamentos fallan en este punto, por lo que estos resultados provisionales son muy alentadores”, dijo en un informe citado por el organismo británico Science Media Center.
Los antivirales evitan que el virus se replique. Su aplicación puede ser doble: tanto para permitir que las personas que ya padecen la enfermedad no presenten síntomas graves como para que aquellas que han estado en contacto cercano con la enfermedad no la desarrollen.
Dado que el mercado es potencialmente enorme, varios laboratorios apuestan a este nicho, como el estadounidense Atea Pharmaceuticals y el suizo Roche, que están estudiando la eficacia de un tratamiento comparable llamado AT-527.
Pfizer anunció el lunes que había comenzado un ensayo clínico a gran escala para su propia píldora anti-COVID-19 con el fin de probar su capacidad para reducir de manera preventiva el riesgo de infección en quienes están cerca de una persona que contrajo la enfermedad.
El problema con los antivirales como el molnupiravir es que deben tomarse antes de que los pacientes sean considerados “lo suficientemente enfermos como para necesitar algo más que tratamiento para los síntomas”, dijo Peter English, expresidente del Comité de Medicina de Salud Pública de la Asociación Médica Británica.
“No sustituyen a la vacuna. No es una cura milagrosa, sino una herramienta complementaria”, tuiteó Peter Hotez, profesor del Baylor College de Houston.
En cualquier caso, Merck ya ha comenzado la producción a gran escala de molnupiravir y planea fabricar las dosis necesarias para 10 millones de tratamientos antes de fin de año.