Las históricas elecciones constituyentes, en las que los chilenos castigaron a los partidos tradicionales, desataron un terremoto político sin parangón en democracia, que Chile sigue asimilando este martes 18 de mayo, con el debate abierto sobre volver al voto obligatorio por la baja participación.
Los sorprendentes resultados están impactando de manera significativa la carrera presidencial, ya que se acerca la fecha en la que los partidos deberán definir a qué candidatos presentan en las elecciones generales de noviembre y qué alianzas establecen.
El desasosiego es especialmente grande en los partidos de derecha de la coalición oficialista, pues son los grandes perdedores al no haber alcanzado el tercio necesario para vetar proyectos dentro de la convención constituyente que redactará la nueva constitución en un plazo máximo de un año, pese a haber concurrido en una única lista y a que el sistema de reparto les beneficiaba.
De los 155 escaños de la convención constituyente —que será paritaria entre hombres y mujeres, algo inédito en el mundo—, ciudadanos sin afiliación a ningún partido ocuparán 48; la dividida oposición de centro y de izquierda, 53; la derecha, 37, y los pueblos indígenas, 17.
“Ha sido inesperado para los partidos políticos y para los analistas. Es un cambio inédito en la política chilena desde el retorno a la democracia”, afirmó la politóloga de la Universidad de Chile Claudia Heiss.
“La gran lección que recibieron los partidos tradicionales es que no conocen el territorio, solo conocen los mapas”, sostuvo el sociólogo y director de la encuestadora Tú Influyes, Axel Callís.
Pese a la importancia de los comicios, la participación el fin de semana estuvo lejos del 50,1% registrado en el plebiscito de octubre de 2020, cuando casi el 80% de los chilenos decidieron enterrar el marco jurídico de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990).
Aquella votación fue la más participativa desde que el voto dejó de ser obligatorio en 2012. Desde entonces, ninguna elección ha superado el 50% y la cifra más baja se registró en las municipales de 2016, cuando solo votó el 34,9% del padrón.
En las últimas dos elecciones presidenciales (2013 y 2017), la participación en la segunda vuelta estuvo cerca del 49%.
De los 14,9 millones de chilenos convocados este fin de semana, solo ejercieron su derecho un 43,3% (6,5 millones) y la afluencia a las urnas fue mucho más alta en los barrios acomodados, principalmente de Santiago.
“El voto voluntario incentiva sesgos socioeconómicos y perpetúa desigualdades”, señaló el director de la consultora Tres Quintos, Kenneth Bunker, quien explicó que suelen votar más los adultos mayores con mayor formación y posición económica, por lo que sus intereses están sobrerrepresentados en las instituciones.
En la misma línea, se manifestó Federica Sánchez Staniak, politóloga de la Universidad Alberto Hurtado, para quien “la obligatoriedad del voto generará mayor participación, pero superar la crisis de desafección en Chile llevará mucho más trabajo porque es un problema serio y de raíces profundas”.