Al menos 8% de la población del planeta, que son unos 623 millones de personas, ha recibido una dosis de la vacuna contra la COVID-19 hasta la fecha, según Our World in Data.
La desigualdad en la distribución de los inmunizantes continúa pese a los llamados de atención que ha hecho la OMS a los países desarrollados.
La solución planteada por algunos líderes mundiales es la liberación de las patentes de las vacunas.
El presidente de EE.UU, Joe Biden, apoyó la propuesta que varias naciones han presentado en la Organización Mundial del Comercio (OMC) para suspender la propiedad intelectual de la vacuna, cuando el país norteamericano ya ha administrado 250 millones de dosis.
El mandatario ruso Vladímir Putin también se mostró favorable a la idea.
La estadounidense Pfizer no ve con buenos ojos la iniciativa y expuso sus razones.
“Las patentes no son el factor limitante para la producción o el suministro de nuestra vacuna. No incrementarán la producción global ni el suministro de las dosis a corto y medio plazo”, dijo el laboratorio.
La República conversó con el médico investigador del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York Jesús Anampa para entender las implicaciones de un tema que podría beneficiar o no a la población mundial ante los estragos de la pandemia.
“La liberación de patentes es un buen inicio para el acceso a vacunas de los países en vías de desarrollo, pero no es la solución inmediata. Es una solución para el mediano o hasta largo plazo”, dijo.
Para el especialista, la liberación de patentes podría beneficiar, en el mejor de los casos, a países que tienen los recursos y la tecnología para desarrollar el inmunizante.
Pfizer ha desarrollado una vacuna única gracias a los avances científicos. Cuenta con dos fábricas en Bélgica y Alemania, que son las encargadas de hacer las dosis de ARN mensajero. La empresa advierte que si ninguno de los requisitos se cumple, la calidad, seguridad y eficacia de la vacuna no pueden ser garantizadas.
BioNTech, socio de Pfizer, considera que se debilitarán las cadenas de suministro y alimentará la proliferación de vacunas falsificadas. “A ciencia cierta no hay un laboratorio en el mundo que no sean los de Moderna y Pfizer y que sean expertos en cómo producir ese tipo de vacuna”, reconoce Anampa.
Otro factor a tomar en cuenta es que las grandes farmacéuticas han acaparado el suministro de insumos o materia prima para su desarrollo.
“Por más que liberen la patente, los laboratorios que quieran producir van a tener dificultades al no contar con la tecnología necesaria, entrenamiento, insumos ni garantía de control de calidad”, destacó.
Anampa sugiere que la solución para una mejor distribución es ayudar a los que no tienen y lograr negociaciones con los laboratorios para que puedan ofrecer un precio especial.
“EEUU ya compró más vacunas que su población total y muchas de esas dosis pueden ser distribuidas a países que las necesitan como India”, recomendó.
Jesús Anampa - Investigador
“Yo estoy de acuerdo con la liberación de patentes porque puede ayudar a países en vías de desarrollo a que obtengan las vacunas contra la COVID-19, pero eso sería de aquí a seis o doce meses como mínimo. Lo que necesitamos son vacunas ya”.