Por Antonio Camborda
A solo dos semanas de las elecciones en Estados Unidos, hay un tema que se ha convertido en uno de los más cruciales para la actual administración y, posiblemente, esté en el debate del jueves 22: los miles de viajes de los miembros de la familia Trump, que han originado un enorme gasto en las finanzas públicas.
Una investigación realizada por el diario The Washington Post, ha llegado a la conclusión que tanto el presidente Donald Trump, como la primera dama y los hijos mayores del mandatario, que son empresarios, han realizado más de 4.000 viajes en los primeros tres años de Gobierno, pagados por el Estado.
En todos esos viajes, tanto Donald como Melania Trump y su hijo Barron, y los otros hijos del presidente, es decir Ivanka, Eric, Donald Jr. y Tiffany, han estado protegidos durante las 24 horas por agentes del servicio secreto, lo que también ha acarreado un enorme gasto.
The Washington Post, para fortalecer su investigación, se apoyó en informes de la organización Citizens for Responsability and Ethics in Washington (CREW), que monitorea las actividades gubernamentales.
Según CREW, “los negocios privados del presidente y de sus hijos deberían ser asumidos por ellos y no por el Estado”.
Según investigaciones, los miembros de la familia Trump han participado en 4.560 viajes, la mayoría de ellos para visitar las propiedades del presidente, lo que le permitió obtener ingresos.
La organización CREW dijo que el 40% de los viajes en 2019 fueron con propósitos diferentes a los que realizó el propio Trump y la primera dama.
La mayoría de viajes de los miembros de la familia Trump han sido para visitar las propiedades que tiene el mandatario en diversas ciudades del país, así como a las que posee en el extranjero, y, como esas propiedades consisten en hoteles de lujo y resorts, los agentes del servicio de inteligencia se han alojado en esas instalaciones y, el Gobierno ha tenido que sufragar esos gastos.
El presidente Trump, a pesar que afirma no tener injerencia en los negocios de los hoteles, los resorts y los campos de golf, sin embargo, todavía percibe los ingresos, las ganancias y las utilidades.
Por ejemplo, el presidente Donald Trump facturó al Gobierno de Estados Unidos 1 millón 100 mil dólares por el alquiler para los agentes del servicio secreto de habitaciones en su club privado de Bedminster, en Nueva Jersey, que debía haber estado cerrado por la epidemia del coronavirus.
A esos cobros, se añaden otras facturas por 188.000 dólares por el alojamiento de agentes del servicio secreto en otras propiedades del grupo Trump.
Otras facturas del mismo club Bedminster, muestran que se le cobró al Servicio Secreto durante la primavera 21.800 dólares más por el alquiler de habitaciones en un “cottage”, en una época en que el servicio estaba cerrado o existía una orden para limitar el número de invitados.
Los documentos no explican las razones de facturar ese monto, pues Trump no hizo ninguna visita al club mientras estuvo cerrado, sino la que estuvo allí fue su hija Ivanka y los miembros de su familia.
Esa visita de Ivanka fue durante la Semana Santa, en el mes de abril, y hubo muchos agentes del Servicio Secreto para proteger a la familia de la hija mayor del presidente.
En el mes de abril, tanto en el Distrito de Columbia, donde vive Ivanka, como en Nueva Jersey, estaba impuesta la orden de “permanecer en casa”, aconsejando a los residentes evitar los viajes, excepto en casos especiales.
El año pasado, Eric Trump, el hijo del presidente que ahora maneja los negocios de la familia, restó importancia a los cobros al Gobierno, y dijo que solo se consideraba gastos “nominales”. Y explicó que era algo así como 50 dólares por habitación.
Sin embargo, la Organización Trump le cobró al Gobierno 650 dólares por noche, y a veces las facturas fueron mayores al promedio de las tarifas.
Por ejemplo, en el resort Turnberry de la Organización Trump en Escocia, se le facturó al servicio secreto 1.300 dólares por el movimiento de muebles en la habitación. En ese viaje no estaba el presidente Trump, sino su hijo Eric.
Como los viajes del presidente y de sus hijos son impredecibles, y no están programados, el Servicio Secreto decidió alquilar las habitaciones por semanas o por meses, para estar siempre listos.
Por ejemplo, el Servicio Secreto pagó la renta por más de 200 días en Bedminster. Trump no estuvo allí. Lo mismo pasa con el club Mar O Lago de Florida, también de propiedad de Trump. Los viajes del presidente a ese lugar son de un momento a otro, y, por esa razón, los agentes tienen que alquilar con semanas de anticipación las habitaciones en previsiones si Trump decide viajar.
Según concluye el periódico, los resultados de estos viajes otorgan un doble beneficio a la organización Trump, porque el Servicio Secreto terminará pagando por el alquiler vaya o vaya el presidente.
El presidente Donald Trump y los miembros de su familia están protegidos las 24 horas del día por el servicio secreto, tanto en el territorio nacional como en el exterior. Todos los gastos de esta protección han sido cubiertos por el estado, con los impuestos que pagan todos los ciudadanos.
El número de agentes para la protección de la familia del presidente ha tenido que ser incrementado, si se compara con la familia del expresidente Clinton, integrada por solo tres personas; o la de Obama, compuesta por cuatro personas. La familia de Trump está integrada por siete miembros, cuatro de los cuales son adultos y dedicados a negocios privados.
Si bien los viajes del presidente Trump han sido para cumplir con sus funciones, los de sus hijos, que son empresarios, han tenido que ver sus propias actividades, es decir han sido viajes de negocios, pero los gastos originados por estos han tenido que ser sufragados por el Gobierno.
La investigación sobre los viajes se originó porque el propio Trump comenzó a criticar a su antecesor, Barack Obama, acusándolo de haber permanecido más tiempo viajando que trabajando en la Oficina Oval, nombre con que se conoce al despacho presidencial en la Casa Blanca.
Y los resultados fueron que los viajes de Obama y su familia fueron en promedio 133,3 al año, mientras que los de Trump y su familia llegan a los 1.625 viajes anualmente.