“Durante la mayor parte de mi vida, cada cosa que he hecho, cada relación que he tenido, ha estado arraigada en un suelo tóxico con el napalm de mentiras”, así empezó su confesión una profesora universitaria que fingió por años ser afrodescendiente, cuando en realidad es de familia judía y creció en Kansas City (EE. UU.).
Jessica A. Krug es una especialista en la diáspora africana y es autora de un libro sobre la esclavitud. Enseña historia en la Universidad George Washington (GWU), pero este jueves confesó en una columna de Medium que su vida y su exitosa carrera fueron el resultado de sus mentiras sobre su “identidad negra”.
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Según su relato, Krug no estaba conforme con su identidad y asumió una ascendencia africana que “no tenía derecho a reclamar”.
“Primero, una identidad negra del norte de África, luego una de origen estadounidense, luego del Bronx, de origen caribeño. He reclamado esas identidades como mías cuando no tenía absolutamente ningún derecho a hacerlo”, escribió en su post.
Criticó su conducta como “la violencia, el robo y la apropiación, de las múltiples formas en que las personas no afrodescendientes continúan usando y abusando identidades y culturas negras”.
La mujer lamentó haber engañado a aquellas personas con las que forjó una amistad en el camino de su lucha como afrodescendiente y que confiaron en ella durante un largo tiempo.
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Jessica A. Krug reveló que sufre de problemas mentales y probablemente esto provocó que asumiera una falsa identidad, pese a todo sabe que su mentira no tiene justificación.
“Los profesionales de la salud mental de quienes he estado buscando ayuda tan tardíamente me aseguran que esta es una respuesta común a algunos de los traumas severos que marcaron mi niñez y adolescencia”, aseguró.
“No soy un buitre de la cultura. Soy una sanguijuela cultura”, agregó.
Ella admite su responsabilidad por la mentira y quiere reparar el daño ocasionado. “No sé cómo solucionarlo. Estoy intentando trazar una línea de tiempo de mi engaño para comprender mejor”, argumentó.
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The Guardian indicó que Jessica A. Krug publicó un libro llamado ‘Fugitive Modernitie’ antes de su confesión y que recibió financiación de instituciones culturales como el Centro Schomburg para la investigación de la cultura afrodescendiente.
“A mis antepasados, desconocidos, sin nombre, que desangraron la vida en un futuro que no tenían motivos para creer que pudiera o debiera existir. (…) A aquellos cuyos nombres no puedo decir por su propia seguridad, ya sea en mi barrio, en Angola o en Brasil”, escribió la autora del libro.
La revelación generó una serie de reacciones en las redes sociales. Por su parte, la Universidad George Washington resaltó en Twitter que el caso se encuentra en investigación y evitó realizar algún comentario adicional.
Jessica Krug exponiendo en la Embajada de Haití en Washington. Foto: Samira Rashid / Embajada de Haití.
La apropiación cultural es la adopción o el uso de elementos culturales que no es la nuestra. También se le conoce como apropiación cultural indebida, a menudo es retratada como dañina y se la considera una violación del derecho de propiedad intelectual contra la cultura de origen.
En el 2015, Rachel Dolezal, una destacada activista de los derechos afroamericanos en EE. UU. fue acusada de mentir sobre su identidad racial, luego de que saliera a la luz su certificado de nacimiento del estado de Montana, que demostró ser hija de dos padres caucásicos (blancos).
Las imágenes mostraron a una Dolezal, de niña, rubia y con ojos azules, lo opuesto a su aspecto actual, con la tez morena y el pelo rizado. “No entendemos por qué siente que es necesario tergiversar su origen étnico”, sostuvo su progenitor Lawrence Dolezal durante una entrevista a CNN.
Los padres de Rachel Dolezal decían no entender la falsa identidad que su hija proyectada ante los demás en 2015. Foto: Captura / CNN