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Brasil: madre e hija separadas por un cristal ante confinamiento en hospital por la COVID-19

Olivie fue internada por un problema cardíaco, pero, ante el brote del virus, los sanitarios decidieron aislar a los 46 pacientes para evitar más contagios en el nosocomio.

larepublica.pe
Eunice no pierde la esperanza de estrechar nuevamente entre sus brazos a su madre, internada en un hospital de Brasil.

Brasil es uno de los países más afectados de Latinoamérica por la pandemia del coronavirus. Pero ante las desavenencias, una mujer no pierde la esperanza de estrechar nuevamente entre sus brazos a su madre, internada en un hospital por problemas cardíacos.

Eunice es una mujer de 56 años, que visitaba diariamente a su madre Olivie, de 81 años, en un hospital de Sao Paulo. Sin embargo, las visitas fueron canceladas ante la contención del establecimiento para frenar la propagación de la COVID-19.

Los abrazos y besos que Eunice le daba a su madre fueron impedidos por una pared de vidrio desde donde solo se pueden mirar y saludar. El Hospital Premier, ubicado en un vecindario de clase media, tiene a 46 pacientes internados que están en el grupo de riesgo, por lo que tomaron la decisión de confinarse desde el 25 de marzo, un día después de que el Estado declarara la cuarentena parcial, según el Jornal Do Brasil.

Eunice y su hijo Alexandre fueron a visitar a su madre y solo la pudieron ver por la ventana de cristal.

“Un empleado puede irse, pero, a su regreso, debe pasar por una fase de aislamiento”, dijo Ruan Oliveira, asesor de comunicaciones del hospital, que voluntariamente decidió unirse al aislamiento.

"Entiendo que mi papel aquí como comunicador es registrar lo que está sucediendo", continuó el joven de 26 años, quien dice que ya está acostumbrado a "dormir y despertarse en el trabajo".

Los pacientes y empleados no han cambiado mucho las rutinas diarias, contó Olivie Schleier. “No tenemos todas las actividades de antes, pero, para ser honesta, es muy bueno aquí”, explicó. El jueves Eunice y su hijo Alexandre fueron a visitar a su madre y solo la pudieron ver por la ventana de cristal, donde los familiares y pacientes colocan sus manos, pero sin contacto físico.

Schleier espera que todo retorne a la normalidad pronto: “Me siento frente a la ventana, veo pasar los helicópteros y pienso que el hombre conquistó tantas cosas, pero no consigue ser humilde, ser bueno. Quién sabe si en adelante se respetará más a las empleadas, al trabajador, a quien recoge la basura. Son ellos que están en la lucha”.