Mientras las dudas sobre el desconfinamiento aumentan ante una pandemia que no da tregua, Suecia ha rechazado poner en cuarentena a su población al considerar que las medidas drásticas no son eficaces.
El país, que superó oficialmente los 3.000 muertos por coronavirus (COVID-19), emprendió un modelo donde las universidades están cerradas, pero no las fronteras ni los centros educativos para niños ni los restaurantes (se admiten personas a no menos de dos metros de distancia), mucho menos los centros recreativos (peluquerías, cines, teatros, gimnasios, parques).
De Italia a Inglaterra, pasando por Estados Unidos, Francia o España, la mayoría de países optaron por el encierro para evitar la propagación del coronavirus.
Pero no en Suecia, donde las restricciones han sido muy leves. En un país de 10,3 millones de habitantes, el gobierno apela a la responsabilidad de los ciudadanos para que las recomendaciones sanitarias sean aplicadas.
La Agencia de Salud Pública de Suecia ya había revelado hace unos días que la tasa de reproducción de COVID-19 se ha estabilizado por debajo de 1,0, lo que indica que se está controlando la pandemia.
Las estrategia es simple: informar de algunas recomendaciones generales para proteger sobre todo a los grupos de riesgo y apelar a la responsabilidad individual, a la vez que han ido introduciendo algunas medidas restrictivas de forma progresiva.
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Uno de los artífices del denominado “modelo sueco”, que últimamente acaparó la atención mundial, es Johan Giesecke, considerado la mayor eminencia en epidemiología y una de las más reconocidas del mundo.
El actual jefe de epidemiología del país, Anders Tegnell, fue uno de sus discípulos. Giesecke, exjefe científico del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades, sigue siendo consejero del Gobierno y es además miembro del Grupo Asesor Estratégico y Técnico para Riesgos Infecciosos (STAG-IH) de la Organización Mundial de la Salud.
En una entrevista con Infobae, el experto consideró que el coronavirus (COVID-19) “se propaga como un incendio y lo que uno hace no cambia demasiado”, de modo que “todos se van a contagiar el virus. Todos en el mundo al final. Hasta que haya una vacuna”.
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Johan Giesecke opinó que las medidas gubernamentales tomadas en el mundo son, al fin y al cabo, una carrera donde “todos se copian”.
“Hay algunas cosas que sí sabemos científicamente, como que lavarse las manos es bueno. Lo sabemos desde hace 150 años. Pero nadie sabe si cerrar (todo) va a tener algún efecto”, zanjó el especialista.
En un guiño al “modelo sueco” del cual es partidario, Johan Giesecke manifestó que “muchos países le han dicho a la población que se quede en sus apartamentos”, pero “es extraño” pues “la infección se propaga muy poco estando al aire libre. De hecho, el riesgo es mucho menor”.
En esa línea, sugirió que es imprescindible “generar la llamada inmunidad de rebaño”: los jóvenes a la calle y los ancianos a sus casas.
“La mejor manera de lograrlo es que las personas de menos de 50 o 60 años se mezclen, y decirle a las personas grandes y con condiciones médicas preexistentes que se queden adentro. Así se puede obtener bastante rápido la inmunidad en el país”, sostuvo.
“Si la suficiente cantidad de gente está inmunizada alrededor de alguien con el virus, entonces el virus no puede infectar. Pero digamos que el 70 % de una población tuvo el virus, y que está inmunizada de alguna manera, eso significa que aún hay un 30 % que podría contagiarse”, añadió Johan Giesecke, incrédulo a que este año se desarrolle una vacuna contra la COVID-19.
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Para él, la cuarentena significa un riesgo para la democracia: "Es una oportunidad para que aquellos que quieren poder, lo consigan. Y yo creo que ese es el mayor riesgo de esta pandemia”.
Tomando como referencia las cifras de casos en Argentina, Johan Giesecke indicó que no “se puede sostener para siempre un cierre” de este tipo.
“La gente se levantará y se rebelará si se prolonga por tanto tiempo. Sí puede hacerse en China, por ejemplo, pero China no es exactamente una democracia. No hay ninguna democracia occidental que pueda compararse con China y pueda mantener la cuarentena por siempre”, apuntilló.
Suecia realiza pruebas de detección del coronavirus (COVID-19) a gran escala en las próximas semanas, mientras el país aplica unas medidas más laxas que en otros países de Europa para contener el virus.
“Las curvas muestran que, en gran medida, hemos logrado mantener la enfermedad bajo el umbral de lo que pueden gestionar los servicios de sanidad”, dijo el epidemiólogo Anders Tegnell en una rueda de prensa.
Desde que empezó la crisis sanitaria 1.645 personas entraron en cuidados intensivos. Suecia rechazó confinar a su población al considerar que las medidas drásticas no son eficaces.
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Hasta ahora Suecia practicaba test a los pacientes hospitalizados y al personal sanitario, pero ahora también lo hará a las personas que ocupan puestos considerados “esenciales” para la sociedad, como los policías y los bomberos, para que puedan volver al trabajo rápidamente después de haber presentado síntomas.
“Hablamos de una capacidad de tests y de análisis de 50.000, quizás incluso 100.000, a la semana”, anunció la ministra de Salud, Lena Hallengren, en una conferencia de prensa.
La regla de oro para los neerlandeses es el respeto de los 1,5 metros de distanciamiento social. Los únicos lugares de los que tienen que prescindir son los bares, restaurantes, museos y burdeles. Las escuelas reabrirán a partir del 11 de mayo.
El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, indicó que "lo que no funciona es un gobierno que dice: deben hacer esto o aquello”, tras perfilar su “confinamiento inteligente”, cercano al de Suecia.
Con información de AFP